Tomás J. López, Costa Teguise, Lanzarote.
Como en Crónica de una muerte anunciada, el último en enterarse del fallecimiento fue el difunto. Al contrario, todo estaba preparado para una gran fiesta. Otra fiesta más. Con el mismo dispendio que en el 91, el 95, el 99, 2003 y 2007. El lugar también era familiar: Hotel Beatriz de Costa Teguise, 4 estrellas, espacio de celebración de tantas victorias electorales del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) durante los últimos lustros.
22 mesas redondas de las grandes, acompañada cada una por 10 sillas, repletan una sala preparada para la reedición de las apoteosis en verde y magenta. Asientos para más de 200 invitados, coronados todos con un conejito «Made in China» que te invitaba a votar «con todo el corazón». Otro peluche mellizo de los anteriores en el centro de cada mesa, rodeado de corazones. 245 machanguitos como poco. Atril, micro, globos acorazonados y gran foto del presidente y candidato. Set para la prensa, teléfonos, ordenadores y 5 azafatas uniformadas esperando a dibujar de nuevo sobre las pizarras los números de una victoria. Un camarero sirve güisqui en la barra del lateral. Mientras, otra azafata abre la puerta a tu paso a la entrada del salón, no vaya a ser que no atines a halar del pasamano. O por si te gusta esto de la cortesía casi cortesana. Tanta pompa, boato, ostentación y suntuosidad como antaño. Y es que esta noche debía ser otra noche como aquellas otras tantas. De cuando Dimas, como dijera Manuel González, «ideólogo» del PIL, era «el jefe de la isla».
Al tiempo, a eso de las ocho, hora de cierre de los colegios electorales, en el salón de al lado, algunos clientes del hotel Beatriz celebraban la eucaristía. Pero ni con el sermón del cura el extinto se percataba de cuál era su situación.
Las encuestas habían previsto en parte la agonía, pero el PIL parecía ajeno a todo eso. «El voto del PIL es un voto oculto», «el voto del PIL es un voto fiel», «ya nos han dado por muertos otras veces y hemos renacido». Y con ese ánimo preparaban la noche mientras el sol caía. María José Docal, histórica del partido, número 3 al Cabildo, esposa de histórico y madre del candidato a Arrecife era la primera de las anfitrionas en llegar. Traje rosa, color PIL. Qué vivan los detalles. Y comienza el recuento. La gente no termina de llegar pero comienza. Una sola mesa está ocupada a medias entre las 22 de la gran sala. Pero comienza. Ya se animará la cosa.
Las elecciones del 22 de mayo de 2011 a nivel insular tienen varios vértices noticiosos: descalabro de un Partido Socialista que no buscó una salida socialdemócrata a la crisis espantando a buena parte de su electorado como en el resto del Estado. Ascenso histórico del Partido Popular, que se convierte por primera vez en la formación política más votada a dos ayuntamientos: Tías y la capital, Arrecife. Y victoria insular de Coalición Canaria, con 9 consejeros en el Cabildo, mayorías absolutas en Tinajo y Haría, simple en Teguise, buenos datos para Arrecife -donde pasan de 3 a 7 concejales colocándose como 2ª fuerza política y llave para cualquier pacto posible- y 4 de los 7 parlamentarios por la circunscripción insular. También crece Alternativa Ciudadana entrando en el Cabildo, cae el PNL que se convierte en fuerza residual y no termina de colar el PNC de Eduardo Spínola, a pesar del material publicitario repartido y el bombo mediático.
Pero si en esta ínsula el 22 de mayo será recordado por algo que marque un antes y un después será por el hundimiento del PIL tras casi un cuarto de siglo con Dimas y su partido como eje de la política insular. Para quererlo o para odiarlo, para pactar con él o renegar, para transfugarse o arribar, Dimas había desembarcado en la política en el año 1983 para quedarse, robándole la alcaldía al PSOE en Teguise tras el misterioso cambio de sentido del voto de algunos de sus concejales. Desde entonces haría del municipio de la Villa su bastión para terminar siendo fuerza hegemónica a nivel insular a principios de los 90.
Cuando las azafatas comenzaron a corretear por la sala con datos de Teguise que colocaban al PIL en 4º lugar, más de uno -y eran pocos- empezaron a notar que algo allí olía mal.
Las causas del fallecimiento son tantas que resulta difícil adivinar cuál fue la definitiva y más complicado entender cómo es que pensaban seguir vivos: casos Unión y Jable, con decenas de detenidos; un cuarto de sus cargos públicos imputados solo en la primera de las operaciones; Dimas en prisión con una situación judicial cada vez más complicada; inestabilidad absoluta en el municipio de Arrecife, donde solo una concejala de los 6 que comenzaron el mandato mantuvo el acta hasta final de legislatura; candidato estrella Spínola cuya llegada se abortó. Cuentan que hasta la ñoñería de los corazones y los conejitos descorazonaron al propio líder histórico. Pero aun así esperaban a «dar la vuelta a las encuestas«.
«Las sentencias del PIL las dicta el pueblo», rezaba un lema de la formación. El pueblo habló y el veredicto en este caso fue, si se puede, más firme que el de los tribunales: de 6 a 2 concejales en Arrecife, de 6 a 3 consejeros en el Cabildo. De primera a cuarta fuerza en su feudo, Teguise. Pierden la representación en Tías. No entran en Tinajo y sus dos concejales en Haría no dañan la mayoría absoluta de José Torres. Sólo la victoria pírrica de Yaiza y el acta de parlamentario de Fabián Martín se cuentan como logros.
Al final, la fiesta del PIL no fue tal. Los invitados no llegaron. Las victorias son multitudinarias pero los fracasos solitarios. Los presentes casi cabían pasada la media noche en una de las 22 mesas. Fabián Marín aceptaba la derrota y asimilaba que no había atinado cuando dijo aquello de «el futuro de Lanzarote pasa irremediablemente por el PIL«. Algo de bebida, abrazos sinceros entre los más cercanos, caras de pesadumbre y alguna risa a destiempo. Lo más parecido a un funeral. Y al fin de una era.