Algunas reflexiones sobre los liderazgos

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Los liderazgos, para mí, son imprescindibles en cualquier grupo. Hace falta personas que tiren del carro, que coordinen, que tengan una visión de conjunto, que motiven, que sepan consolar en el momento adecuado y animar cuando hace falta.

Los/las líderes de verdad no necesitan reivindicarse, ni conspirar, ni ser autoritarios. Pero hay quienes sí buscan conscientemente esa posición, de formas menos naturales y precipitadas. Con esos hay que tener cuidado. Un líder natural busca siempre lo mejor para el grupo y piensa antes en los demás que en sí mismo. En cambio, una persona que solo quiere mandar, ansía el poder por el poder y solo piensa en aquello que le beneficia personalmente.

Por ejemplo, algunas personas, demasiado ansiosas por ganarse el estatus de líderes, creen que necesitan convencer constantemente. Y claro, piensan que la mejor forma de convencer a un grupo es ir ganándose primero a ciertos individuos uno por uno, en llamadas privadas y reuniones previas a reuniones. Para mí ese es el clásico ejemplo de liderazgo mal entendido. Personalmente, y no creo que sea el único, me pongo automáticamente a la defensiva si intuyo que alguien me quiere convencer de algo con artimañas. Si tú quieres lo mejor para el grupo no impones, recabas opiniones y esperas a ver qué tiene que aportar cada persona. De ese modo consigues que todos se sientan importantes y a lo mejor algunos te dan soluciones que tú no tuviste en cuenta.

Los malos líderes, o jefillos de poca monta, no hacen esto, ellos siempre están convencidos de que su verdad es la buena, o de que su solución a un problema determinado es siempre la ideal, así que hacen este tipo de cosas, pero también otras peores, como forzar argumentos llevándolos al extremo, exagerar comparaciones, e incluso faltar a la verdad sin ningún complejo… porque de lo que se trata es de tener razón a toda costa y de que su posición no quede en entredicho ante los demás.

En estos casos queda entendido que no existe la honesta voluntad de encontrar la mejor solución después de una sana puesta en común, sino que se busca, como digo, reafirmar su posición ante el grupo e imponerse por los medios que sea necesario. Esta actitud tal vez garantice un liderazgo rápido… pero muy frágil e inmensamente ineficaz, pues desprecia los aportes que puedan hacer los demás y reduce la inteligencia del grupo a las consideraciones de una sola cabeza, la del jefe. Pero eso no es lo peor. Lo peor de este tipo de liderazgo es que genera desconfianzas y fomenta la paranoia y la confrontación en el grupo, mientras al mismo tiempo se promociona la servidumbre y el peloteo fácil. O sea, el conmigo o contra mí sin matices.

Este liderazgo arcaico es destructivo y hay que huir de él como de la peste.

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