Nota: Dejé este artículo escrito a medias antes de irme de vacaciones. Aunque la noticia en la que se basa ya no es de actualidad, el tema de fondo sigue teniendo vigencia, así que he decidido acabarlo y publicarlo.
Antes que nada me gustaría dejar claro que no siento la menor simpatía hacia la dictadura de Corea del Norte. Como hacia ninguna otra. Para mí no hay dictaduras de izquierdas o de derechas, sólo dictaduras, regímenes totalitarios que independientemente del ropaje ideológico con el que se disfracen buscan siempre el mismo propósito: negar las libertades, incluso las más elementales, de las personas. Soy consciente de que vivir en sociedad implica hacer ciertos sacrificios en lo que a las libertades individuales se refiere, pero igual que para apagar un incendio no es necesario secar el océano, vivir en comunidad tampoco ha de suponer renunciar por completo a nuestra individualidad. En hallar la justa medida de las cosas está la virtud… así en la cocina como en cualquier otro lugar.
Una vez dicho esto, vayamos a la cuestión que nos ocupa, y que también tiene que ver con la libertad. La libertad real a la que nosotros, occidentales del autodenominado «mundo libre», podemos aspirar en función de la información que se nos suministra. Y no exagero. Es como si te dan a elegir entre una pastilla azul y otra roja, informándote de lo siguiente: si eliges la azul todo será maravilloso, si eliges la roja irás al infierno. A lo mejor se te deja escoger con libertad, pero la información que se te suministra hará que, con un 99 por ciento de seguridad, te decantes por una opción y no por la otra. Este es, en resumidas cuentas, el mundo que hoy habitamos. Un mundo en el que aparentemente se nos permite elegir entre un montón de opciones con absoluta libertad, pero donde somos sometidos a un sistemático machaque informativo que rara vez nos muestra los pros y contras de cada opción con limpieza y honestidad. Publicidad, propaganda política, publicaciones vendidas al mejor postor… ese es el barrizal en el que nos movemos cotidianamente quienes pretendemos informarnos de lo que pasa a cualquier nivel: mundial, nacional, regional o local.
La noticia de la que les hablo es un buen ejemplo. Pocas veces tenemos la fortuna de poder acceder fácilmente a la fuente de una noticia que circula a nivel internacional. En este caso, estrictamente hablando, tampoco tenemos acceso a la primera fuente (un hombre de negocios chino, al parecer), pero al menos podemos leer el texto original que dió pie al revuelo mediático posterior.
http://www.rfa.org/english/news/korea/worldcup-07282010173446.html
Se trata de una noticia de un medio denominadio Radio Free Asia. Y está fundado, como decimos, en las declaraciones hechas por un hombre de negocios chino que al parecer estuvo en Corea del Norte unos días. Según este hombre, el equipo chino y su entrenador tuvieron un encuentro de seis horas de duración con 400 personas en un lugar denominado «Palacio de la cultura de la gente obrera», entre las que había altos cargos, estudiantes y funcionarios. Según dice la misma noticia, el encuentro fue a puerta cerrada:
“There were about 400 participants at this closed-door meeting, including athletes from various organizations under the umbrella of the Ministry of Sports, and students from Pyongyang University, Kim Il Sung University, and Kim Hyong Jik School of Education,”
Así que esto no casa con lo de «humillación pública». En realidad, nada de esto parece peor de lo que ocurrió con la selección francesa, que sí fue públicamente denostada por los medios de su país y cuyo entrenador tuvo que dar explicaciones en la asamblea francesa ante todos los parlamentarios.
No obstante, el artículo también cita a «otra fuente» para decir algo un poco más grave:
“There are rumors that coach Kim Jung Hun has been expelled from the Workers’ Party, or that he has been sent to perform forced labor at a residential building construction site in Pyongyang, but such rumors are hard to verify,”
O sea, que, según algunos rumores, el entrenador fue expulsado del partido y enviado a participar en la construcción de un edificio residencial, en calidad de trabajos forzados (me pregunto qué clase de trabajo, en una dictadura comunista, no es un trabajo forzado).
En realidad toda la noticia está cogida bastante por los pelos. Un hombre de negocios chino, «otra fuente», rumores… pero allá se lanzaron todos los medios (especialmente los más liberales-conservadores), ávidos por mostrar a sus lectores la gran fortuna que tienen de vivir bajo el paraguas de papá capitalismo.
