Últimamente escucho mucho la frase: “No hay mal que por bien no venga”. Y pienso que un poco estamos avanzando en el terreno del positivismo cuando de algo que no sale como esperamos sacamos provecho. No es fácil desplegar una actitud positiva ante un problema o una mala racha, pero podemos entrenarnos emocionalmente para ello. Muchas veces no nos damos cuenta de que nuestro carácter puede generar muchos conflictos, porque nos puede hacer perder mucho tiempo y oportunidades. Leslie S. Greenberg, profesor de la Universidad de Nueva York, cree que se pueden cambiar nuestros esquemas emocionales que nos sirven para interpretar lo que nos ocurre. Por ejemplo, una persona que es muy negativa estará abocada a una indefensión ante la vida que le hará débil y poco práctico si no consigue transformar esa parte de su carácter que le hace ser pesimista y le impide ser justo, es decir, ajustar sus pretensiones a un valor real. Sin embargo, si conseguimos apelar a las fortalezas emocionales (paciencia, honestidad, simpatía, sociabilidad..) estaremos evitando el riesgo de quedarnos inmovilizados por el miedo, la apatía o la depresión. Por supuesto, no se trata de corregir debilidades, porque la vulnerabilidad también nos hace más humanos, sino de construir una nueva energía, que nos haga tener un poco más de autoestima y amor propio. Como somos una máquina imperfecta, tenemos que ir reparándonos continuamente, y no debemos sentirnos impotentes cuando no nos salen las cosas, porque a lo mejor se trata de darle una vuelta de tuerca a la visión que tenemos de nosotros mismos.
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