Miguel Ángel de León
No voy a repetir mi particular juicio sobre el mal gobierno de Manuela Armas al frente del Cabildo porque ya lo he dejado escrito por casi todas las esquinas de esta pobre islita rica sin gobierno conocido y porque ya se lo he dicho a ella misma (la última vez, el pasado viernes en la tertulia televisiva de Jaime Puig), y no es plan insistir en lo que para mí es más que obvio. Como obvio es decir asimismo que Manuela no comparte mi opinión. Bonito fuera
Una vez debatida y aprobada la moción de censura en el caótico Cabildo conejero contra el PSOE de un Carlos Espino que ha hecho una política de tierra quemada y ha dejado el camino sembrado de cadáveres y de enemigos en todas las siglas, me reitero, asimismo, en lo que dejé escrito en vísperas de la misma en el último número del Lancelot impreso: Haciendo el elemental juego de palabras con el título de la novela cumbre de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, me acuerdo de esos ficticios cien días de gracia que se les suele otorgar, de forma tácita, a los nuevos gobiernos y a los nuevos gobernantes, aunque sean los de casi siempre los unos y los otros; los que siempre han estado, los que nunca se han ido del todo. Y constato en esta hora triste y amarga para Lanzarote que si no me ofrecía ninguna confianza la que se va porque la echan (Manuela Armas), no me merece más confianza el que dicen que llega a partir de ahora, aunque sabe el Cielo que me gustaría equivocarme en beneficio del interés general. No soy abstencionista convicto, confeso y reincidente por capricho, sino por la convicción de la total incapacidad de los partidos y de sus actores a la hora de trabajar por otra cosa que no sean ellos mismos o sus siglas (mira a Mela, haciendo todo el rato política de, por, para, con, tras, desde, ante, bajo, hacia, hasta, mediante, sobre, según el PSOE). Teniendo en cuenta que ahora a un partido lo van a sustituir por cuatro pues igual se gobierna de forma y manera más democrática, pero yo no creo en pajaritos preñados, aunque se han visto pájaras embarazadas, como es triste fama. Ojalá me equivoque, pero de momento me apunto a mi acostumbrado escepticismo preventivo ante cualquier clase o forma de gobierno cabildicio.
Algo más de ternura (o risa, a veces) me causan los oráculos ciegos que se las echan de linces (e incluso de intelectuales, fíjate qué gracia) y no ven tres en un burro, pues desconocen tanto como presumen la verdadera realidad social lanzaroteña: esa que vota a partes iguales al PIL y al PSOE. Son los mismos oráculos miopes que no más arrancó la Operación Unión entonaron por enésima vez el canto mortuorio insularista, anunciando así la quinta o sexta muerte definitiva del PIL. El mismo PIL que acaba de retomar el poder (compartido, como siempre) de la principal institución pública lanzaroteña. Va a ser verdad aquella leyenda que afirma que hay muertos que gozan de muy buena salud. Y si había un Cid que ganaba batallas después de fallecido, hay un Dimas que gana guerras electorales y de poder incluso entre rejas de máxima seguridad.
Conste que me limito a hacer el retrato de esa amarga realidad, lo cual no quiere decir que me guste el resultado de la fotografía. De hecho, la aborrezco. Y conozco a pocos psoecialistas conejeros (no confundir con socialistas de ley) de los que le han sacado partido (económico) al Partido que hayan dicho o escrito más y peores críticas sobre Dimas que quien esto firma (las hemerotecas insulares no me dejarán por mentiroso). Sí conozco, por el contrario, a muchos militantes (y algún militonto) psocialista que le ha sacado partido (económico, insisto) a los mil y un pactos del PSOE con el Diablo, ese mismísimo Dimas al que tanto quieren y odian, según sople el viento y el interés político de turno. Ese mismo Dimas que ha vuelto a demostrarles a sus socios de casi toda la vida (varios lustros de mutuo amor institucional) que incluso con las manos atadas y encarcelado es capaz de volver a ganarles la partida a los que creían ser más listos que el más listo de la clase (de la clase de los políticos sin clase, se sobreentiende). (de-leon@ya.com).
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