Fernando M.M. La Asomada
Cuenta la leyenda que cuando la lava llegaba a la población de Mancha Blanca la aparición milagrosa de la Virgen de los Dolores, la detuvo, y en su honor se erigió la Ermita de Mancha Blanca […] Por obra y gracia de Dimas Martín, que está dispuesto a pasar a la historia como el principal, si escuchamos sus mítines, salvador de Lanzarote, a partir del 2003, tendrá otro sentido, y ya no será a la Virgen de Los Dolores, la principal artífice del milagro, sino «los meaderos de Dimas». La Isla, 1 de Agosto del 2.003
Contra la desmemoria, no hay nada como una buen hemeroteca. El archivo de prensa digital Jable nos ha permitido repasar los titulares y noticias publicados en el año 2.003. Y si algo queda manifiestamente claro, es que Dimas podrá alegar cualquier cosa, pero en ningún caso que no se le advirtió la ilegalidad de lo que estaba haciendo.
La estrategia favorita de alcaldes y presidentes urbanísticamente díscolos es, una vez se enfrentan al tribunal de turno, recurrir al «no me acuerdo» o al «yo sólo firmaba lo que me decían los técnicos». Les ayuda, cierto es, una justicia escandalosamente lenta. No para librarse de las penas, que al final acaban cayendo, sino para poder afrontar con la cabeza alta «el juicio del pueblo», especialmente si se trata del olvidadizo, tolerante y manso pueblo lanzaroteño.
Dimas Martín sabía perfectamente lo que hacía. Una foto publicada en uno de los varios reportajes realizados por la revista La Isla ilustra como pocas la situación:
El cimiento de la obra junto a una hormigonera que reza «Orinoco S.L». Orinoco S.L. es una empresa cuya propiedad ostenta Luis Perdomo Rodríguez, casualidad de casualidades, ex alcalde de Tinajo condenado, lo supimos ayer mismo, por un delito de prevaricación cometido entre 1998 y 1999. Cabe reseñar que Luis Perdomo Rodríguez alcanzó la alcaldía aquel año por el AIL (Agrupación Insular de Lanzarote), siendo número 5 de su lista, nada más y nada menos, que el actual alcalde Suso Machín.
Y decimos que la foto ilustra como pocas la situación porque aquí no estamos hablando de simple chulería. No se trata sólo de que Dimas pensara «aquí hago lo que quiero y cuando quiero, que para eso soy presidente del Cabildo». Era necesario sacar obras públicas adelante para tener contentos a compañeros, afines e incluso rivales políticos-empresarios. Así funcionaba el reinado de Dimas, así había funcionado siempre. A base de favores dados y devueltos. Tal circunstancia explica que una simple remodelación en la ermita (que era lo que en principio iba a hacerse allí, a petición del mismo cura), acabara convirtiéndose en algo mucho más aparatoso y económicamente jugoso para las empresas adjudicatarias.
No, Dimas no puede alegar ahora desconocimiento. Las obras fueron denunciadas por activa y por pasiva, públicamente, en la guardia civil, en plenos cabildicios, periodísticamente… incluso el Juzgado número 4 de Arrecife llegó a paralizarlas cautelarmente. Pero Dimas siguió.
Esto es la historia viva de Lanzarote. Una historia preñada de redes clientelares en la que negocios y política se confunden. Mezcla de amiguismo y autoritarismo. Es historia, una historia que la isla necesita dejar atrás. No olvidando, sino yendo hacia delante. Dimas, y la cohorte que hoy le arropaba en el juzgado (los mismos que aparecen en los reportajes publicados hace ocho años) son y deben ser el pasado de Lanzarote.