No te obstines, no merece la pena. Tu problema con el PIL no es un problema político, sino idiomático. El PIL no habla tu misma lengua. Y las discusiones, de toda la vida, han sido entre parlantes de idénticas hablas. No tienen lógica cuando se producen entre quienes no se entienden.
Así que insisto: no te obsesiones, ni vayas voceando que si el PIL no desaparece de esta, te desapareces tú de la isla. Claro que no te cabe que haya quien resulte impermeable a los modos de un tropel contaminado por las esencias del dimismo, y que te resulte complicado vivir sabiendo que la vecina de al lado, tan buena mujer que parece cuando saluda en la escalera, tiene preparadas las papeletas para un partido en el que la cuarta parte de sus cargos públicos salieron pringados de “Unión” y que usaban sin rubor un lenguaje de “me lo estoy llevando crudo, compañero”. Pero no te ofusques, ya no lo tomes en serio, que tu ímpetu es también su fortaleza.
El PIL es el producto de un tiempo, de una época, y esa época es ya el recuerdo de los que la pasaron, continuada por algunos hijos. Hijos: Fabián, José Dimas, Juan Jesús. Material para la historia oral, esa que aun tiene vivos a sus miembros, contándote batallitas de antaño, pero historia al fin y al cabo. Y la historia no está para cabrearse con ella, sino para analizarla, y si se puede, aprender.
El PIL es el resultado de un pueblo con escasa o nula cultura democrática al que de repente las perras empiezan a caerle sin saber muy bien con qué mano agarrarlas. El PIL, con su caudillismo, su apelación continua al sentimiento y no a la razón, es la continuidad natural de un sistema de pensamiento predemocrático y fascistoide que no podía cambiar de un día para otro solo porque cuatro barbudos saliesen de manifa. Por mucho que a ti y a mí nos gustaría, los cambios no suelen ser revolucionarios sino pausados y asentados en el arraigo del recambio generacional. Y la cultura de la democracia no llegó con el “Franco ha muerto”, sino que comenzó a cimentarse desde entonces, tan al golpito que a veces parece que no llega. [quote]
Otra cosa que deberías plantearte: el votante del PIL no es malo, tampoco un corrupto en sí; como mucho es, o fue, un ingenuo, además de irremediable hijo de sus circunstancias. Se lo creyó. Se creyó el discurso de la defensa de la isla y sus valores. Cierto es que mientras, quienes se lo contaban, la parcelaban y la vendían a saldo. Pero fueron tantas las tuneras y las fotos recogiendo cebollino, fue tan familiar el acento y tan similares los modos, que se creyó que aquellos eran como él y defendían la tierrita que él pisaba. Y se pensó que le ayudaban, ya fuera en obras para el teleclub, perras para que la chinija estudiase fuera, pintura para poner blanquita la fachada o un sobrito para cuando hubo apuros. No cayó en que aquello fuesen las migajas del gran bisne que unos pocos se estaban montando en los tiempos del desarrollo desaforado, las licencias a tutiplé y las comisiones más tochas.
Pero búscame a un votante convencido del PIL que no haya cumplido la treintena. Y al encontrarlo, mira en su árbol genealógico y chequéale la barriga. Si al final del proceso encuentras a más de diez que no sean hijos de pileros y/o estómagos agradecidos, este que escribe te regala un televisor, y de los buenos. Porque el PIL no es una ideología o unos principios. Vale que digan tener ideólogo; pero míralo, es francamente -como gusta decir a los Martín- caricaturesco. El PIL es sentimentalismo hacia el pasado y caudillismo hacia una figura que fuera está poco y anda ya viejito. [quote2]
No te empecines, que los datos cantan: 12 consejeros en 1991, 8 en el 95, 7 tanto en 1999 como en 2003, y 6 en 2007. Lo del PIL no es una cuestión ideológica ni de cambio de ciclo político: es una cuestión biológica, de los tiempos marcados por el ciclo de la vida. Ya llegará, no será este 22 de mayo, pero para entonces el camino que le quede será más corto.
Pero sobretodo, coincide conmigo en esto: tu generación y la mía precisan de nuevos héroes y villanos, a no ser que queramos pasar por este mundo, concretamente por esta isla, sin pena ni gloria. A mí Dimas como héroe no me convenció nunca, pero como villano ya me aburre, cuando no me entristece y hasta me da penita.
Me contaron que con Dimas se hizo la Escuela de Turismo, que con Dimas algún medio de comunicación creció en ventas a base de polémicas vendibles y que con Dimas y los suyos se hundió INALSA. Logros, polémicas y fracasos que ya casi me dan lo mismo. Porque a nosotros no nos basta con Turismo y usamos más Twitter que esos medios. Y sobretodo sabemos que agua pasada no mueve molinos y el agua futura es con la que nos ducharemos mañana.
Si la isla de hoy no se parece ni en pintura a la de hace tres décadas, no me pueden condenar a seguir amando ni odiando a la misma imagen, la misma foto que conozco desde pibe. La de un señor que llegó a la vida pública municipal, desde donde se catapultó a la insular, comprando concejales –quien bien empieza…- allá por el año 1983. Eso fue un par de meses antes de que este que escribe fuese. Con lo rápido que va ahora todo no me hagas poner esa marcha tan corta. Acepta que ni lo quiera ni lo odie, que lo deje estar.
Además, si no te has dado cuenta, viven desde hace tiempo de eso. Del victimismo que fomentan quienes los critican con pasiones extemporáneas. Y te sueltan: “¡No van a poder con nosotros! ¡Nos han querido hundir! ¡Saldremos a flote, a pecho descubierto! ¡Es porque lo hizo Dimas, que si llega a ser otro…!” Pues para ti la perra gorda, que no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio.
Déjame que te cuente como parábola lo que me contaron sobre una persona elevada a la categoría de personaje en el Arrecife del tardofranquismo. No sé si es verdad o precisamente un cuento, pero Teresa, la Alta, se volvió loca tras su vida dura y andaba por las calles del Puerto embrujada en una sábana y asustando al chiquillaje. Tanto que andaban las gentes de esta hoy ciudad atemorizadas hasta el punto de no querer salir ni dejar a los chinijos sueltos a partir de la media tarde. Fue tal el mal rollo que un día un municipal salió a la caza del fantasma, con tanto tino que disparó a la pierna de Teresa, la Alta. Dicen que pasó aquí en Arrecife, pregúntaselo a tus padres, que igual hay varias versiones, no estoy documentado.
¿Y le tienes coraje al municipal que disparó, si lo hubo? Un brutito. Pero qué cosas las de aquella época… otra época, otras cosas, otras ideas, otras formas. Ya no hay fantasmas y algún día no habrá Dimas, no vivamos de los espectros.
Y ahora fíjate, que esto sí me parece importante: Si la ausencia de democracia dejó como resultado, como continuidad, a Dimas y su caudillismo insular, a Dimas como político y al PIL como invento a su imagen y semejanza lo han seguido otros. En el PSOE, en Coalición, en el PNL, en el PP, donde las prácticas -cuando no las gentes- del dimismo se han extendido como la mala hierba. Caciquismo, clientelismo, populismo: métodos que se depuran para sobrevivir al recambio generacional del que te hablaba. Quizás convenga ahora seguirles a estos el rastro.
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