El hipervínculo

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Cuando uno nace surgen vínculos. Así es como comienza un anuncio de televisión que me ha recordado lo importante que es sentirte integrado en una familia. Comenzar a tejer relaciones desde que empezamos a latir fuera del vientre materno es un privilegio en el que a veces no reparamos. En ocasiones incluso intentamos huir de ese núcleo familiar y abrir nuevas vías o esquemas de búsqueda  al margen de su influencia. Pero, curiosamente, con el paso del tiempo acabamos reconociéndonos  en ellos al considerarlos como propios, aunque llegaran impuestos. Cuando esto ocurre todos aprenden de todos, porque en las buenas familias todo es una transacción sin vencedores ni vencidos. Entonces, reconoces y valoras los pros y contras de los que altruistamente te han educado o influido, y piensas que sin ellos, para bien o para mal, no serías como eres. Los vínculos, especialmente esos que van fortaleciéndose con el paso del tiempo y van creando una fuerza centrípeta hacia los que siempre han estado ahí, siguen siendo la razón principal por la que uno añora volver a casa con los suyos.

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