En la misma semana que Ubaldo Becerra devolvía parte del dinero cobrado por comisiones ilegales a cambio de facilitar adjudicaciones y contrataciones para el Ayuntamiento de Arrecife, eldiario.es desvela las confesiones de Francisco Correa, uno de los conseguidores principales del PP y, además, el tesorero de Convergencia es detenido sin fianza exactamente por los mismos hechos: el cobro de comisiones a cambio de adjudicaciones.
Lanzarote, Valencia, Madrid, Cataluña… da igual. En todas partes similar historia. Y curiosamente, casi siempre se repite una cifra: El famoso tres por ciento.
No hace falta ser Colombo para atar cabos y darnos cuenta de que no estamos ante casos puntuales, dispersos aquí y allá. Los hechos prueban que en España existe un verdadero problema con el procedimiento que regla los concursos y adjudicaciones públicas. En algún momento determinados jerarcas políticos y empresarios de postín llegaron a ese consenso del 3% para que «todos salieran contentos»…. todos, excepto la ciudadanía, por supuesto, que a parte de verse privada de ese 3% extra de sobrecoste en cada obra, sufre unos servicios mucho más precarios de lo que resultarían tras una competencia justa entre ofertas.
Pero para que esta corrupción estructural exista, ha de darse una premisa. Y es que ha de ser muy fácil amañar las adjudicaciones para que corruptos y corruptores se salgan con la suya una y otra vez. Como de hecho lo es.
Solo cuando hay algún arrepentido por medio, alguna escucha casual, alguna denuncia ocasional, algún ajuste de cuentas entre chorizos, se llega a saber algo y a destapar la trama. Y aun en esos casos, si la porquería llega demasiado arriba, se hace lo imposible por dinamitar el trabajo judicial para «contener los daños».
El gran problema, como siempre, es que quienes deberían buscar soluciones son los mismos que se benefician de que las cosas funcionen así. Y mientras la gente siga votándoles y eligiéndoles para estar al frente de las instituciones, nada cambiará. Los procedimientos seguirán siendo los mismos, la justicia seguirá sufriendo intromisiones acongojantes y el tres por ciento seguirá campando a sus anchas.
Es de suponer que la misma gente que ha puesto a los chorizos ahí con sus votos, puede sacarlos votando cosas distintas. Pero no parecen muy por la labor. Quizás sea que un tres por ciento les parezca poca cosa, al fin y al cabo. Tal vez sea necesario explicar que lo malo del tres por ciento no es el tres por ciento en sí, sino el hecho de que no hay sistema público que se mantenga en pie ofreciendo servicios adjudicados mediente un procedimiento corrupto de este tipo en lugar de premiando la mejor oferta, tanto en cuanto a calidad como en cuanto a coste.