Estados Unidos es el país del capitalismo por excelencia. Los americanos llevan muy a gala eso del individualismo y del «que cada cual se saque las castañas del fuego». Tanto tienes, tanto vales. Desde los tiempos de la conquista del Oeste americano ha sido así. La ley de la selva y la ley del salvaje Oeste no eran muy diferentes: Una sola regla, los más fuertes prosperan, los más débiles son dejados en el camino. O, como mucho, apartados en reservas.
Pero ocurre algo sumamente llamativo. En este país de la competitividad crónica existe, precisamente en el ámbito más competivo de todos, cual es el deporte, un magnífico ejemplo de todo lo opuesto a ese «cada cual tiene lo que se merece».
Me refiero a la NBA, la liga de baloncesto americana. Por describirlo brevemente, en la NBA existe una cosa llamada «draft», que consiste en que cada año al equipo más débil de todos, a aquel equipo que ha sufrido más derrotas, se le permite escoger al mejor jugador de los que están despuntando en las universidades. Casi nada.
Para quienes no conozcan el asunto, decir que allí los diferentes equipos de baloncesto no tienen sus propias canteras. Las canteras son las universidades. Cada universidad tiene su equipo, y luego las franquicias NBA eligen a los mejores jugadores de entre ellas.
Detengámonos un momento a analizarlo. Imaginen que ocurriera igual en el fútbol español. Supongamos que hubiera un tal Messi que estuviera despuntando en las categorías inferiores. Un crack, un fuera de serie que todos los equipos quieren. Un tipo que potencialmente vale cien millones de euros, y cuya contratación por tanto solo podría permitirse un club grande. Pues bien, en lugar de dejar que sea el equipo con más dinero el que se haga con sus servicios, como ocurre actualmente, pongamos que se lo entregamos al último clasificado de la temporada recién concluida. ¿Se dan cuenta?
¿Cómo es esto posible? ¡Y precisamente en los Estados Unidos, el país más capitalista del mundo! ¿Cómo encaja algo así en la forma de ser americana? Pues no me pregunten por qué, el caso es que encaja. Ocurre, y tratan el asunto con absoluta naturalidad. Ahora bien, conociendo un poco a estos americanos, yo diría que la justificación que se oculta tras los hechos descritos no es algo del tipo «vamos a dejar que los más débiles, pobrecitos ellos, tengan alguna ventaja que les permita estar a la altura, porque estamos contra la diferencia de clases y a favor de la igualdad», sino que más bien será algo del tipo «nuestro negocio es el espectáculo. Vendemos espectáculo. Y para que haya más espectáculo nos conviene que exista igualdad entre los equipos. Si no marcamos reglas que favorezcan esa igualdad, en algunos años unos pocos equipos se impondrán sobre el resto, por pura inercia, y nuestro espectáculo perderá interés». Unos visionarios, estos de la NBA. ¿O tal vez unos peligrosos comunistas? ¿No temen acaso que los equipos pierdan a propósito para hacerse con los jugadores más talentosos? ¿No les preocupa que, en lugar de esforzarse y pelear, algunos equipos se acomoden en la mediocridad?
Pues no. No les preocupa. Y tienen razón, a la vista de los resultados. La NBA lleva lustros funcionando así, y sigue siendo la liga de baloncesto más importante del mundo, con bastante diferencia por cierto. Existen franquicias poderosas, como los Lakers, Celtics o Chicago… pero no ganan siempre los mismos, ni mucho menos. No hay un Madrid y un Barcelona que se repartan los títulos año sí y año también.
Ahora bien, yo me pregunto: ¿Qué sucedería si extrapoláramos esto a la vida real, a nuestras sociedades civiles?
Pensémoslo por un momento. ¿Qué es lo que tenemos hoy día? Tenemos una civilización global en la que cada vez son menos los que tienen más, y más los que tienen menos. Como en cualquier competición cerrada (eso es lo que es esta civilización), si no se establecen normas que favorezcan la igualdad entre contendientes los más poderosos utilizan su poder para hacerse todavía más fuertes, acrecentando la distancias entre ellos y el resto. Es ley de vida. Los ricos utilizan su riqueza para obligar a los políticos a dictar leyes que les favorecen. Los ricos plantan centros comerciales y montan multinacionales que limitan las posibilidades del resto de prosperar. Los ricos compran medios de comunicación que difunden sus productos. Los ricos se juntan y compran países enteros. Los ricos, en definitiva, son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Ahora supongamos que introducimos en este sistema salvaje, una especie de «draft» que ayude a equilibrar un poco la balanza, para que la competición no sea tan desigual. ¿Cómo sería? Obviamente, solo habría una manera, dando a los más pobres las mejores oportunidades. No dinero, sino oportunidades. El «draft» no funcionaría si simplemente entregaran a los peores equipos de cada año una cantidad de dinero mayor cuantas más fueran las derrotas sufridas. El «draft» funciona porque lo que se da a los peores equipos es una oportunidad para competir en igualdad de condiciones. ¿Entonces, qué sería? ¿De qué oportunidades hablamos? Tendríamos que tirar un poco de inventiva, pero a mí se me ocurre que bastaría con empezar a cambiar ese chip que hoy tenemos implantado de «lo mejor para los que más tienen», y pensar en hacerlo justo al revés. Que los más pobres tengan preferencia a la hora de ir al médico, a la universidad, a una vivienda, o a la hora de pedir un préstamo que les permita montar un negocio. Estas ideas suelen ser tildades de aberraciones comunistas por los más férreos defensores del neoliberalismo. Sin embargo, cuando lo analizamos racionalmente, en seguida nos damos cuenta de que una sociedad capaz de minimizar la diferencia de clases resulta mucho más beneficiosa tanto para el conjunto como para cada una de las partes. Que piensen los ricos de hoy día cuanto podrán resistir en un mundo con cada vez más pobres. Si no asumimos fórmulas en pos de la igualdad, el estallido revolucionario violento llegará tarde o temprano. Si no lo hacen por cuestiones morales, háganlo por el espectáculo, para que siga girando la pelota. Pero háganlo. En la NBA está el modelo a seguir.