Miguel Ángel de León
Llegan Los Dolores (de cabeza) y otras romerías y, de repente y como por ensalmo, se produce el milagro: el fervor religioso que curas, obispos y monaguillos si los hubiera o hubiese todavía- no ven por ningún lado durante el resto del año resulta que lo ven por todas partes, renacido como por ensalmo, periodistas trocados en perioloristas poco amantes de la verdad y convencidos de que, como decía el gran Lope de Vega, hay que darle al vulgo lo que el vulgo pide (un millón de moscas revoloteando alrededor de la insufrible Mercedes Milá no pueden estar equivocadas; las mayorías mandan, aunque sean ágrafas). Tómatelo con filosofía y humor, porque tampoco es chiste chico ni manco eso de leer al día siguiente de la romería que a Mancha Blanca acudieron 50.000 fieles y devotos (del ron), según un periódico, o sólo 30.000, según otro. Ambos diarios hablan de la misma romería, así que cabe preguntarse dónde se quedan siempre esos 20.000 feligreses (ejem
) que se pierden por el camino. ¿En el limbo? ¿En el Monumento al Campesino?
¿Seguro que lo que llaman fervor religioso no es, en puridad y con objetividad elemental, hervor etílico? Se lo pregunta uno que bebe como el que más, así que no tengo nada contra el bebedor, sino contra el que intenta contarme cuentos con mis cuartos, sea político o periodista.
Cuando a doña Sebastiana Perera (Chana para los amigos y demás personas piadosas) se le ocurrió sacarse de la manga (la misma manga de la que sacaba chocolatadas y cruceros turísticos que todavía estamos pagando incluso los que nunca nos embarcamos en aquel Titanic tolete) la ya oficializada Romería de Los Dolores, aquí rebautizamos al momento su ocurrencia como ron-mería o ronería, nombretes que ahora ya repiten hasta los más fieles romeros o roneros. Estos últimos, sobre todo, tienen muy mal y escaso sentido del humor, como es triste fama, y entienden que aplicar ese sobrenombre es una falta de respeto a la Virgen y a la sacrosanta tradición. No caen en la cuenta de que quienes faltan al respeto a todo eso son ellos mismos, los de los carritos robados a los supermercados y cubata en la mano durante todo el recorrido. Nunca pensé por aquel entonces (estertores de la década de los 80 del siglo pasado) que ambos neologismos que me acababa de inventar fueran o fuesen a tener tanta aceptación, no tanto por la originalidad del autor como por ser fiel reflejo de lo que finalmente acabó convirtiéndose o trocándose esa Romería, a la que también hemos calificado aquí como carnaval de verano, visto lo visto. Pura novelería a la que le sacan rédito electoral los actores nunca mejor dicho- de la política insular, con la ayuda, ya no sé si consciente o inconsciente, de determinada prensa que hace de mera caja de resonancia del poder institucional o empresarial.
Los Evangelios dicen que Jesús (Cristo, no Machín) no sólo no era idólatra sino que combatió a quienes lo eran. Otras religiones tienen prohibido a su vez las imágenes de sus dioses o profetas. Un detalle de buen gusto, para mi gusto. Y más en esta sociedad actual, tendente a convertir en iconos de la moda o figuras mediáticas a auténticos mediocres del cine, la televisión, el chismorreo rosa y por ahí seguido.
¿Qué pintan consejeras regionales, presidentas cabildicias, alcaldes y concejales merodeando todo el rato por el trono y robándole plano a la teórica protagonista principal de esa romería mariana? Ahí algunos se están pasando de listos. Y son los mismos que nos tienen a los demás por tontos (de-leon@ya.com).
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