Imputado. O cómo resucitar un cadáver

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Nos han recomendado hacer el menor ruido posible. No movernos y que pase el temporal. Pero por lo mismo que nunca fuimos buenos pacientes, ahora nos resulta imposible obedecer esos sabios y bienintencionados consejos.

Si alguien llega hasta aquí sin estar al tanto, decir que hemos sido imputados por un delito de «revelación de secretos». La razón, haber publicado íntegramente, en nuestra web, 3 de los 35 tomos cuyo secreto sumarial levantó el juez Pamparacuatro.

El delito existe. Y lo hemos cometido. En realidad el único que lo cometí fuí yo, Fernando Marcet, autor de estas líneas, por lo que voy a dejar de usar el plural a partir de este momento.

El delito existe. Pero como ocurre en tantas ocasiones, mi imputación no tiene nada que ver con el hecho de haber cometido ese delito.

Nada de lo publicado era nuevo para nadie. Las conversaciones más comprometidas fueron ampliamente difundidas por los medios de Lanzarote, Canarias, y aún España, varios meses antes. Ahí siguen, en las hemerotecas de todos ellos, a tiro de google. Bien es cierto que en los tomos aparecen datos, como números de teléfono, que constituyen un atentado a la intimidad de las personas propietarias de tales números. Un mal, a mi entender bastante menor, si lo comparamos con el perjuicio que la mayoría de estos individuos han ocasionado al conjunto de la sociedad. Diga lo que diga una justicia en la que personalmente hace tiempo dejé de confiar. ¿Quién soy yo para tomarme la justicia por mi mano?, me dirán. ¿Quién soy yo para perjudicar a personas que todavía no han sido declaradas culpables por ningún tribunal? repito… una justicia en la que personalmente hace tiempo dejé de confiar.

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Porque la verdad es que no me extrañaría nada que salieran absueltos. Que a pesar de lo que todos hemos leído y de esas grandes fortunas amasadas de la noche a la mañana sin justificación alguna, se sirvan de las típicas argucias legales para acabar finalmente impolutos. Entonces, limpios de condena pero no de conciencia, todavía tendrán la caradura de arremeter contra los medios de comunicación que nos permitieron saber (confimar más bien, porque saber ya lo sabíamos sobradamente) que, por mucho que digan sus señorías, de inocentes no tienen ni medio pelo.

No, no me extrañaría nada que, al final, un pringado como yo acabe dando con sus huesos en la cárcel (de 1 a 4 años me pueden caer, según me dijeron), por publicar cuatro papeles resabidos. Mientras los verdaderos delincuentes se largan de rositas, para repartir el botín entre abogados y mercachifles.

No, no me cuesta imaginarlos, celebrando por todo lo alto en sus lujosas mansiones, pagadas con el dinero de todos, la victoria de un sistema hecho a su medida. A la medida de los corruptos y los golfos. Allí estarán, en el futurible banquete, bien revueltos, bien ebrios, bien comidos, funcionarios, políticos, abogados…

Ya ha pasado antes. Muchas veces. Así que si vuelve a pasar nadie se rasgará las vestiduras. Ellos fuera, yo dentro. Ellos libres, yo preso. A lo mejor, entre rejas, armaré un poco de ruido. Una huelga de hambre tal vez. Los periódicos locales publicarán algo. Pero entre gran hermano y partidito, a nadie, salvo a los más cercanos, les importará gran cosa. La mayoría seguirá confiando en un sistema que se porta bien contigo si te adaptas y conformas. Si cierras los ojos ante determinadas cosas y no te comes demasiado la cabeza ante determinadas otras. Que piensen los demás. Seguramente sea en exceso victimista por mi parte decir esto, pero no por ello deja de ser cierto. Mis disculpas a quien se sienta molesto por expresarme de este modo.

De todas maneras, a lo mejor no me sucede nada. Puede ser que el objetivo fuera únicamente amedrentar un moscardón más o menos molesto en fechas previas a las elecciones. En ese caso el error ha sido garrafal.

Ya saben que pretendía cerrar lanzarotelandia. De hecho, esta web estuvo caída durante casi dos meses, por no pagar el alojamiento contratado. Si la reactivé fue porque hube de alquilar otro servidor para expresia, de modo que aproveché y volqué lanzarotelandia ahí. Luego pensé que tal vez hubiera alguien en la isla dispuesto a hacerse cargo de la web. Y, contra pronóstico, el interés surgió.

A los pocos días me di cuenta de que lanzarotelandia, a pesar de llevar tanto tiempo cerrada y sin actualizar, seguía recibiendo bastantes visitas, a través de los buscadores básicamente. Como expresia no terminaba de cuajar, y sabiendo que en fechas previas a las elecciones municipales lo local adquiere protagonismo primordial, sugerí a la persona interesada llevar juntos la web.

Y fue justo en ese momento cuando apareció la imputación. El empujoncito que me faltaba para terminar de decidirme. Esta imputación me sugirió que, después de todo, no clamo en el desierto, como casi siempre tiendo a pensar. Algunos leen, a algunos les importa lo que uno dice. Al menos hasta el punto de tomarse la molestia de ir a un juzgado y poner una denuncia contra mí. Eso es bueno. Eso es, como digo, el empujoncito que necesitaba para continuar.

Así que aquí estamos. Y aquí seguiremos, al menos durante un tiempo. Luego, ya se verá.

Nota: Muchas gracias por las muestras de apoyo recibidas estos días. Cada uno de esos mensajes vale su peso en oro (en realidad valen mucho más que el oro, pero es una forma de hablar).

Espacio para la información libre y comprometida en torno a Lanzarote y lo que nos rodea y afecta. Sin la certeza de poseer la verdad, siempre abiertos a otros puntos de vista. Envíanos tus escritos a lanzarotelandia@gmail.com

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