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En la política española a veces las cosas son de un sencillo que asusta. El PSOE necesitaba sacar adelante los presupuestos generales y, como le eran imprescindibles los dos votos de Coalición Canaria para conseguirlo, vinieron para Canarias cuales Reyes Magos de Oriente, montaron su Consejo de Ministros y empezaron a soltar perras. Apenas transcurrieron dos semanas entre lo uno y lo otro. Más descarado imposible.
Pero los políticos tienen tan interiorizado eso de tomarnos por imbéciles que ni estos ni aquellos se cortaron un pelo a la hora de soltar sus chorradas de rigor. Primero los socialistas dijeron que lo del dinero venía a saldar una deuda histórica con Canarias y tal y cual…, cuando la realidad es que si no hubiera sido por esos dos votos que necesitaban, ni se habrían rozado por aquí. Y luego los de Coalición Canaria nos contaron la milonga de que si habían alzado sus manitas en el Congreso fue por su «sentido de Estado», cuando se trató de una simple transacción monetaria. Increíble, pero cierto.
La conclusión lógica, inevitable de deducir, es que a las Comunidades Autónomas les conviene tener unos cuantos diputados nacionalistas en el Congreso, que barran para casa en situaciones de este tipo. Por eso no es raro que hayan aparecido nuevas formaciones de corte independentista en regiones tradicionalmente muy españolistas, como Andalucía, Extremadura o las dos Castillas. Lo raro es que no hayan proliferado todavía mucho más, aunque no lo es tanto si consideramos la clase de gente que suelen albergar dichos partidos.
En Lanzarote esta lógica nos conduce a otra lectura. ¿Sería razonable deducir que a los lanzaroteños debería interesarnos tener algunos parlamentarios insularistas en el Parlamento de Canarias? Si el Gobierno que conforman CC y PP necesitara el apoyo de un partido tipo PIL (en plan legal, se entiende) para aprobar los presupuestos de Canarias, ¿sería una locura imaginar un encuentro de Consejeros en Lanzarote que precediera a otra lluvia de millones en nuestra isla? No, no sería una locura imaginarlo, ni mucho menos.
Ahora bien. Sucede una cosa curiosa. Resulta que esto en Canarias no es tan sencillo que ocurra. Porque la ley electoral en Canarias es especial. Tan especial que a los partidos insularistas les resulta prácticamente imposible llegar al Parlamento de Canarias, por obra y gracia de un sistema que exige unas cuotas inalcanzables para partidos que se manejen en una sóla isla.
Tiene su lógica, si se piensa. Si no se hiciera así, los partidos insularistas proliferarían y la cohesión del Archipiélago podría llegar a sufrir serio menoscabo.
Sin embargo, esa lógica no se aplica en España. Todo lo contrario. Para los partidos nacionalistas es más fácil que nunca acceder al Congreso. De hecho, lo tienen mucho más fácil que partidos de ámbito estatal, como UPD o IU. En las últimas Generales UPD tuvo tantos votos como PNV, pero mientras UPD sólo consiguió un diputado, PNV obtuvo 6 ¡Una proporción de 6 a 1 con los mismos votos! En Canarias sucede todo lo contrario, si la ley electoral española exigiera unas cuotas similares a la canaria, ninguno de los partidos nacionalistas hoy con representantes en el Congreso estarían ahí.
¿Entonces, qué pasa? ¿Por qué lo que es bueno para Canarias a nivel estatal no lo es a nivel autonómico? No hay coherencia ninguna. Si el sistema electoral canario castiga a los partidos insularistas para evitar la fractura del Archipiélago, ¿por qué el sistema electoral español no hace lo propio para evitar la fractura del Estado? O al revés, si lo que se quiere es que los partidos minoritarios tengan más peso para que las comunidades a las que representan tengan fácil hablar de sus cosas en el Congreso, ¿por qué no permitimos que partidos de corte insular tengan más sencillo su acceso al Parlamento de Canarias?
En fin, afortunadamente para ellos estas son historias que no interesan a nadie. Por eso pueden seguir siendo todo lo incoherentes que les plazca.
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