Jorge Marsá no es un tipo corriente. Y no lo decimos en sentido peyorativo, aunque en determinado pasaje de esta entrevista nos ponga a caldo. Por gordo que caiga a algunos y por exasperantes que puedan llegar a ser sus críticas, ha venido haciendo una labor crucial en la isla durante los últimos lustros, tal vez sin pretenderlo. Simplemente escribiendo, simplemente describiendo, simplemente desmontando visiones sectarias, simplemente explicando las cosas que a su juicio no iban y no van bien, tanto dentro como fuera de la isla.
Que Jorge Marsá escriba sobre ti no es casi nunca una buena noticia. Seas político, empresario, periodista o artista, si se fija en ti y escribe un artículo hablando sobre tu persona o tu trabajo puedes estar seguro que la mayor parte de lo que leas no te va a gustar. Y es precisamente ahí donde radica su importancia. No porque sus críticas sean siempre certeras, ni siquiera porque sean especialmente justas, sino porque las curas de humildad son una medicina poderosa y necesaria tanto para los individuos, como para las asociaciones o comunidades de cualquier tipo. Especialmente cuando dichas curas no proceden del sectarismo sin argumentos o de la compra-venta de opiniones. Jorge Marsá no es perfecto, seguramente tampoco lo pretende, pero no hace falta serlo para criticar las imperfecciones de los demás. Tampoco diremos aquello de «muchos Jorge Marsá harían falta», porque nos parece que un exceso de Jorges Marsás sería insoportable, pero al menos uno sí que debería haber en cada isla o comunidad.
Por otro lado, nunca las inconveniencias del formato elegido para entrevistar a los comunicadores de la isla han quedado tan de manifiesto como en las líneas que van leer a continuación. Por ejemplo, Jorge dice que sus críticas a ciertas personas le obligaron a desembolsar «el regalito de su parte en el primer dineral», o sea, entendemos que la parte de la multa que habría tocado pagar a los susodichos. Indudablemente ahí habríamos hecho alguna nueva pregunta intentando sacarle un poco más de información sobre el tema. Asimismo, cuando dice no entender que nosotros podamos entrevistar a alguien sobre el que decimos que «reparte estopa a diestra y siniestra en exquisita proporción», nos vemos obligados a responder que, en primer lugar, vamos a intentar entrevistar a todos los comunicadores de la isla, incluídos aquellos respecto a los que somos más críticos en Lanzarotelandia. Otra cosa es que tengan a bien concedernos tales entrevistas. Y, en segundo lugar, pensamos que dicho «reparto de estopa» no implica «deshonestidad», como él ha deducido, por más que nos parezca una elección un tanto discutible. En cualquier caso, es obvio que Jorge niega tal comportamiento, y que le parece incluso un tanto insultante que nosotros lo hayamos insinuado, por lo que damos más valor si cabe a que haya tenido a bien responder el extenso cuestionario que le enviamos.
Les dejamos ya con la entrevista, de verdad les decimos que vale la pena. Tanto para los que le conozcan como para los que hayan llegado hasta aquí sin saber demasiado sobre él, lo que van a leer a continuación es Jorge Marsá en estado puro. Un auténtico lujo para Lanzarotelandia y, como decimos, en su justa medida lo valoramos.
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Pues se me quedó tieso como la mojama, porque desde luego no me lo esperaba. Especialmente porque nuestros abogados nos recomendaron no personarnos en el Tribunal Supremo, nos dijeron que el caso estaba ganado y que personarse era perder tiempo y dinero. Y porque ahora con cada entendido en derecho que hablamos nos pregunta que cómo se nos ocurrió el disparate de no personarnos en el Supremo. Pero no me queda otra que relajar el cuerpo, porque la sentencia hay que acatarla, y esperar que el Tribunal Constitucional admita el recurso de amparo e interprete el derecho a la libertad de expresión y de información de forma distinta a como lo ha hecho el Supremo.
Lo de que nos ha tocado pedir un préstamo, pues tal cual. Lo del tema de las donaciones, pues no va mal. Y sobre lo que haremos si al final ganamos y nos devuelven el dinero, pues largo me lo fía, porque como la cosa va al ritmo de la justicia española, puede durar aún unos cuantos años. Unos cuantos años más que sumar a los siete años que ya llevamos.
En efecto, parece un mal chiste. Y sí, volvería hacerlo. Cuando uno piensa que esas cosas hay que hacerlas, pues a ver qué remedio. De todas formas, mi preocupación no fue nunca el personaje de Fernández Camero, y por eso el artículo que publicamos sobre él me parecía desde luego mucho menos importante que el que de verdad justificaba aquella carpeta de Cuadernos, el titulado El flujo de la corrupción. Y desde que se secuestró la revista, la batalla es claramente por la libertad de expresión y de información.
Hombre, en el caso Cuadernos me ha costado un dineral. Un dineral por señalar la corrupción y por criticar a Fernández Camero. Y otro dineral que tengo que imputar a las críticas a Carlos Espino, José Saramago, Jornadas de Sostenibilidad, Manifiesto por no sé qué legalidad, etc., porque pienso que han sido esas críticas las que han llevado a algunos viejos amigos a dejarnos el regalito de su parte en el primer dineral.
En otros casos no ha salido tan caro, porque no había dinero por medio. Pero nunca eres el más simpático del grupo si ejerces tu libertad como la entendía Orwell: Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír. Y no hará falta que diga que es mucha gente, a derecha y a izquierda, la que no quiere oír más que aquello que le da la razón.
Hablaré por mí. Lo que opino de vuestra valoración es que yo no entrevistaría a una persona si tuviera semejante opinión de ella. Vamos, que ni se me ocurriría hacerle una entrevista a alguien del que creyera que en lugar de contestarme lo que piensa sobre lo que le preguntara, me iba a responder falsamente, porque lo que le interesa no es la verdad, sino repartir estopa a diestro y siniestro y casi en exquisita proporción, y de forma tan deshonesta que lo haría aunque se diera el caso de que la diestra y la siniestra no merecieran igual trato en un momento dado. ¿Qué interés tendrían para mí y para los lectores las respuestas de una persona que funcionara con tal criterio? Ninguno.
¿Es un pero que se me puede poner a mí? ¿O es un pero que hay poner a quien hace la pregunta? Porque siempre que me la hacen, de este modo o diciendo que lo que me gusta es provocar, pienso algo así: No me harían esta pregunta si no hubiera hecho críticas a los suyos. Es la forma que encuentran de poner en cuarentena mis críticas a los suyos: lo hace por repartir estopa, por provocar, pero no porque nosotros nos merezcamos esas críticas. Y eso es exactamente lo que pienso también ahora.
Ya entiendo que escoger la explicación más sencilla, lo que prescribiría el principio de la navaja de Occam al que te referiste en alguna ocasión, puede resultar poco brillante: Marsá escribe lo que escribe porque es lo que piensa. Queda mejor buscar intenciones ocultas. Y sobre todo es una forma de intentar desactivar las críticas que no nos gustan por la vía de descalificar a quien las hace. Y es una pregunta que sólo me hacéis personas de izquierda, a las que mis críticas a la derecha os parecen siempre estupendas, la pregunta me la hacéis por las críticas a la izquierda. Pero no hay problema, puesto que soy de izquierdas, conozco el percal y estoy acostumbrado a que se manifieste de vez en cuando este déficit ético.
Vista la pregunta anterior, no voy a sorprenderme de que ahora me preguntes si mi integridad a la hora de hacer críticas puede depender del estado de mi cuenta corriente. Por si te sirve de algo mi opinión, te diré que creo que lo mio es genético.
Comencé a militar en el Partido Comunista a los 15 años, en 1971, y fui expulsado de él en 1981. Fueron unos años estupendos en mi vida. Por la juventud y por la batalla política, con la que entonces no solamente no estaba uno mal visto, sino que incluso se ligaba. Por supuesto, quien ha cambiado más a lo largo de estos años es Marsá, no el comunismo español.
Nunca fui un comunista muy ortodoxo. Como otros, pensaba que se había producido una degeneración del proyecto utópico comunista que propusieron Marx y Lenin a manos del camarada Stalin. Tardé en darme cuenta de lo equivocado que estaba, de que el problema era precisamente el proyecto utópico, de que no hay manera de imponer un proyecto utópico más que por medio del terror, de que el totalitarismo no era una desviación de la utopía comunista, sino una consecuencia. Tardé en darme cuenta de que entre las tradiciones ilustradas había que estar más atento al liberalismo de la Revolución Americana que al jacobinismo de la Revolución Francesa. Como alguien ha dicho, la Revolución Francesa trajo poca libertad, apenas igualdad y, desde luego, ninguna fraternidad. Fue el comienzo de la transición del terror de la religión al terror de la política como causa de los genocidios.
Yo la ideología la entiendo como decía Marx, como falsa consciencia, como conjunto de prejuicios que nos permite ahorrarnos el análisis de la realidad concreta. Así que no sé si sigue teniendo sentido el comunismo como ideología; pero tenga o no sentido, lo que no tiene ya es importancia.
Esta vez tendré que dar las gracias por el piropo, aunque sepa que la distancia entre Savater y yo es de importancia. Además de Savater, que me parece el mejor en este país, me gusta también leer los artículos de Arcadi Espada, Mario Vargas Llosa, Paul Krugman, Roberto Blanco Valdés… Y me sorprende en este terreno la devaluación de la opinión que en los últimos años ha tenido lugar en el diario El País. Es posible que tenga que ver con la puerilización de la izquierda que se ha puesto tan de relieve con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: parece que hemos pasado del pensamiento único al pensamiento cero. Lo cierto es que ahora hay más vida en las secciones de opinión de El Mundo o ABC que en la de El País.
No sé quiénes sostienen tales argumentos. Pero si tú los sostienes, te contesto. Cierto que no es la primera vez que los escucho. En realidad, los empecé a escuchar allá en mi adolescencia, que transcurrió en el franquismo, y entonces aprendí lo que significaba lo que llamaban crítica constructiva. Y desde entonces dejó de interesarme esa mercancía. La crítica es crítica, sin adjetivos, y lo es en ciencia o en política. Y vital en ambos campos, porque sin crítica no puede haber ni ciencia ni política.
Además, nunca he terminado de entender esta costumbre tan nuestra de decirle a los demás lo que tienen que hacer o que escribir. Aunque sí lo entiendo cuando, como en varias ocasiones en los últimos años en Lanzarote, los que me lo dicen cobran por lo que te piden que analices de gratis. Eso de la sociedad civil en Lanzarote tenía su gracia, unos cobraban por construir cosas que jamás terminaron por construirse, y otros teníamos que ayudarles con aquello por lo que cobraban para que hubiera debate social y participación ciudadana. Fue divertido mientras duró, y provechoso para unos cuantos que cobran los informes al peso, pero terminó por cansar a los que no cobrábamos. Y no porque quisiéramos cobrar, como los profesionales de la sostenibilidad o la participación, sino porque encontramos cosas más provechosas o divertidas en las que ocuparnos.
Entiendo lo que quiere decir eso de lo que los demás construyen, pero la verdad es que, haciendo memoria del tiempo transcurrido y viendo el panorama político y social, no se me ocurre un ejemplo de algo construido que me sirviera para responder esa parte de la pregunta. Bueno, pensándolo mejor, si se me ocurren un par de ejemplos de lo que los demás construyen: Cuadernos del Sureste y La Opinión de Lanzarote.
Cuando llegué, me pareció que uno de los problemas que tenía la sociedad lanzaroteña era lo satisfecha que estaba de sí misma, crecida por el éxito turístico. Ahora, diría que es una sociedad asustada, una sociedad que no tiene ni idea de cómo salir de la crisis y recuperar la autoestima. Pero ni antes era para tanto, ni ahora para tan poco.
Sí creo que las expectativas nunca volverán a ser lo que fueron con el milagro económico, que habrá que afrontar que la sociedad lanzaroteña no tiene muchas posibilidades de diversificar su economía y que el turismo no va a dar mucho más de sí, que se puede afinar lo que tenemos, pero que no tendremos mucho más. La cuestión, en la sociedad del conocimiento, es que ni tenemos suficiente conocimiento en la Isla ni estamos en condiciones de atraer conocimiento de fuera.
¿Qué me parece? Pues me parece que me darían ganas de pegarme un tiro si hubiera tenido que dedicar años de mi vida a estudiar periodismo para acabar trabajando en los medios de comunicación insulares. Y no lo digo sólo por la miseria de sueldos que pagan. Me parece que en el periodismo de pesebre del pesebre institucional que ha imperado en Lanzarote cabe difícilmente el periodismo, pero también me parece que la Isla es pequeña para tener unos medios dignos y que la sociedad no reclama auténtico periodismo. Aquí las peleas sobre los medios suelen ser puro sectarismo.
En cualquier caso, me parece obvio que el futuro de la prensa en Lanzarote será exclusivamente digital. Y en este aspecto hay que resaltar la novedad que ha supuesto la participación de los lectores con sus comentarios… que es en general para echarse a llorar. Nunca he visto mejor ejemplo si alguien quisiera argumentar en contra de la participación de los ciudadanos en la acción política, porque es lógico suponer que quienes se toman el trabajo de escribir los comentarios tendrán más interés por la política que la media.
Imagino que sí, que podemos batir el ya importante record de abstención que tenemos el año que viene. No, no veo alternativa a corto plazo. Creo que los dos años y medio de gobiernos presididos por el PSOE en el Cabildo y Arrecife han sido la puntilla para quienes aún albergaran alguna esperanza de que hubiera alternativa. Lo cierto es que los partidos son un páramo del que se expulsa a los más capaces. Y mientras no recortemos el poder de las cúpulas de los partidos, mientras todos los que se dedican a la política dependan exclusivamente de esas cúpulas en lugar de depender del voto ciudadano, la política continuará como hasta ahora en este país: degenerando por la pérdida de materia gris en los partidos políticos.
Un placer, y gracias a vosotros.