Tiempo le faltó al New York Times para publicar una noticia con la presunta confesión de un grupo yihaidista que se atribuiría la autoría del atentado en Oslo. Curiosamente la nota había llegado antes a un medio estadounidense que a cualquiera de los medios más próximos a Oriente Medio. Y no es la primera vez. Diríase que el New York Times, y la prensa americana en general, es la favorita de Al Qaeda a la hora de emitir sus comunicados. Extraña elección.
Lo hemos visto recientemente a raíz de la presunta muerte de Bin Laden (y digo presunta, porque a estas alturas yo no me creo nada de lo que me cuentan estos titiriteros). Rápidamente surgieron varios comunicados de Al Qaeda anunciando el nombramiento de un nuevo líder, venganzas terribles y demás… pero dichos comunicados fueron transmitidos siempre a través de fuentes americanas, de las cuales bebían el resto de medios de todo el mundo. Como ejemplo podemos señalar lo que decía el periódico Público a propósito de un supuesto reconocimiento de Al Qaeda respecto a la muerte de Bin Laden:
La organización terrorista admitió la muerte de su líder a través de portales yihadistas de internet recogidos por la organización privada de inteligencia estadounidense SITE.
Es decir, una organización privada estadounidense, presuntamente se había dedicado a recopilar información en foros de internet, y tras esa presunta recopilación emitía unas conclusiones que medios de todo el mundo luego ofrecían como «verdades oficiales». Aquí tienen el famoso Site, «servicio de monitoreo». Y aquí el «Middle East Observatory» , otra organización norteamericana con gran relevancia a la hora de informar al mundo acerca de qué está ocurriendo en Oriente Medio.
Independientemente de lo que creamos al respecto, lo que es innegable es que Al Qaeda, desde su misma entrada en escena, constituyó la excusa perfecta para que la mayor potencia del mundo pudiera actuar como tal sin gran oposición entre la opinión pública del resto de países. Mientras exista esa permanente amenaza, ellos podrán seguir siendo «la policía del mundo».
Es desde esa perspectiva desde la que tenemos que contemplar el «desliz» del New York Times. La organización Ansar al-Jihad al-Alami, que desde hoy incluso cuenta con entrada en la Wikipedia, era absolutamente desconocida antes de la muerte de Bin Laden. Fue precisamente en mayo de este año cuando el anteriormente mencionado «Middle East Observatory» afirmó que dicha organización pretendía lleva a cabo operaciones de venganza «contra la cruzada sionista», lo que incluiría a Noruega, como país partícipe en la alianza presente en Afganistán.
Pero no, resulta que no fue ninguna organización islámica. Y lo sabemos no por esa retractación publicada a destiempo, sino porque el chiflado que provocó el atentado fue mucho más lejos y mató a otras decenas de personas con una ametralladora. ¿Pero qué habría pasado si no hubiera sido así? ¿Qué habría pasado si el autor, pongamos por caso, se hubiera suicidado tras colocar la bomba? Pues probablemente se nos habría hecho creer que el fundamentalismo islámico estaba detrás de todo, y que por eso había que seguir dando leña en Afganistán y en Oriente Medio en general. No por el petróleo, por dios, sino por esa terrible amenaza que es el yihaidismo. No lo barrunto, sino que lo afirmo tajantemente. Si no supiéramos a ciencia cierta quién causó el atentado, ese presunto grupo islámico que no existe más allá de los medios norteamericanos que le dan voz, no habría emitido ningún comunicado retractándose. Creo que no hace falta decir mucho más.