Vivimos una era alucinante. Una era en la que el flujo de información podría ser gratuito e ilimitado. En la que el conocimiento, la cultura escrita y audiovisual podría ir de un lado para otro sin ningún tipo de restricción. Una era en la que todos podríamos estar realmente conectados a una infinita biblioteca de conocimiento con la misma naturalidad que respiramos. Y exactamente lo mismo puede decirse respecto a la energía. Vivimos una era en la que la energía podría ser gratuita e ilimitada. Agua potable y alimentos para todos. Podríamos transportarnos sin apenas coste y sin contaminar. Este de verdad podría ser un mundo maravilloso… un mundo de abundancia y plenamente comunicado e informado.
Y sin embargo, aquí estamos. Viviendo la antiutopía por culpa de apenas un puñado de psicópatas. Una pandilla de lunáticos que usan la escasez para perpetuar su poder sobre el resto. Unas cuantas dinastías que preferirían destruir el mundo antes que bajarse de la cúspide de la pirámide. Y nosotros, pobres idiotas, totalmente resignados, incapaces de rebelarnos… porque los pocos que lo hacen han de afrontar la firme oposición de sus propios iguales. Ha sido un lavado de cerebro brutal y sistemático, propagado a través de su cine, su música, sus periódicos… destinado a convencernos de que este mundo es el único posible, que no merecemos otra cosa, que las cosas son así porque los seres humanos somos así. Que no damos para más.
Aquí estamos, divididos por religiones, fronteras e ideologías astutamente diseñadas precisamente para esto. Sumergidos en guerras perpetuas entre nosotros, divididos, separados, matándonos entre nosotros, sin enfrentar a quienes de verdad nos mantienen padeciendo esta antiutopía.
¿Lograremos rebelarnos? Cuesta creerlo, pero yo sin embargo lo creo, como quien cree en cualquier otra cosa aparentemente imposible. De hecho creo que para eso vine aquí precisamente en este momento, entre todos los momentos. Para experimentar la rebelión que está a punto de suceder.