La Victoria de Felipe Fernández Camero

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Fernando Marcet Manrique

He vuelto a leer el artículo, y por más que busco y rebusco no encuentro manera de comprender la sentencia del Tribunal Supremo. Una sentencia que no sólo justifica aquel suceso bochornoso, cual fue el secuestro judicial de una publicación que por primera vez describía, negro sobre blanco, algunas de las razones que explican el alto grado de corrupción existente en Lanzarote, sino que encima impone una desorbitada multa.

Aquel número 11 de Cuadernos, además, lejos de disparar a quemarropa sin ton ni son, ofrecía un elaborado trabajo de investigación, rehuyendo de descalificaciones y de juicios morales subidos de tono. Al contrario, simplemente se recopilaron distintos sucesos, la mayoría ya publicados en otros medios de comunicación, y se exponían con rotunda objetividad, sin sensacionalismos ni exageraciones.

En el caso concreto del artículo que sirvió de excusa para secuestrar la revista, se sacó a la luz pública uno de esos personajes que siempre está en todos los fregados relacionados con el chanchulleo empresarial inmobiliario (a ver si hay suerte y me denuncia a mí también). Felipe Fernández Camero era un hombre que por aquel entonces presumía de reputación impoluta, compatibilizando su cargo público como secretario del Ayuntamiento de Arrecife, con la defensa de los intereses que tradicionalmente han mangoneado todo lo mangoneable en esta isla. Asesor de políticos demostradamente corruptos, defensor de hoteles demostradamente ilegales, maestro de entresijos administrativos y gran conocedor de los vacíos legales del sistema. Sin duda hablamos de un hombre clave en la construcción de Lanzarote tal y como hoy conocemos la isla. Un hombre que era necesario mostrar, del que había que hablar. Carlota Gutiérrez, quienes su nombre utilizaron, lo hizo. Y lo hizo, por mucho que diga el devaluado y patético Tribunal Supremo, de forma exquisita.

Sin necesidad de haber estudiado derecho, cualquier ciudadano puede reconocer una mentira cuando la lee. Y esto que dice la sentencia del Tribunal Supremo es, simple y llanamente, falso:

Se trata de unos juicios de valor -libertad de expresión- que se basan en información -derecho a información veraz- la cual no se suministra. Es decir, se califica a dicha persona de corrupta, en el dossier de CORRUPCIÓN y se le aplica la afirmación de que mantiene «una actitud corrupta», sin que se informe sobre casos concretos en que se pueda basar esta acusación de corrupción.

Recomiendo encarecidamente que lean el artículo de Carlota Gutiérrez (lo copio íntegramente más abajo). Verán que está repleto de casos y episodios concretos, todos ellos acompañados del nombre de algunos de los medios de comunicación que se hicieron eco de los mismos. En dicho artículo, además, no se usa en ningún momento la palabra «corrupto», o «corrupción». Es verdad que en declaraciones posteriores, Jorge Marsá sí que llama reiteradamente «corrupto» a Fernández Camero, pero fueron declaraciones posteriores al lamentable secuestro judicial. Repito, en el artículo de Carlota Gutiérrez NO se califica a Felipe Fernández Camero de corrupto y SÍ se citan casos concretos. ¿De qué está hablando el Tribunal Supremo entonces? ¿Se leyeron los magistrados al menos el artículo? Porque, sinceramente, no da esa impresión.

Teniendo esperpentos en Canarias como el periódico El Día, que desbarra sin tino un día sí y otro también contra todo lo que se menea, esta sentencia es la prueba irrefutable de que tenemos mucho camino todavía por recorrer para llegar a ser un país mínimamente avanzado.

En cualquier caso, para mí lo más lamentable de todo esto es que Felipe Fernández Camero ha ganado la partida. Sin paliativos. Y no hablo de los 15.000 euros, ni siquiera de la sentencia del Tribunal Supremo que le da la razón. Hablo del silencio desolador. Del silencio de los medios de comunicación, que un mes después de haberse dado la sentencia no han sido capaces de informarnos de algo así, exceptuando el honroso caso de Diario de Lanzarote. Pero, sobretodo, del silencio de los implicados directos.

Tanto Jorge Marsá como todos aquellos que en su día anunciaron orgullosamente ser, también, Carlota, callan. Y su silencio sabe a aceptación, a derrota, a «dejémoslo estar». Un «dejémoslo estar» que viene a transmitir el mensaje claro y rotundo de que más vale no meterse con determinados personajes de la isla, porque te puede pasar lo que te puede pasar.

¿Dónde está aquel Jorge Marsá beligerante que escribía cosas como esta?

Al contrario de lo que ha sucedido con el tercer intérprete de esta tragicomedia, atrapado, quizás, entre bambalinas, pues no se le ha visto aún en escena: Don Miguel Pallarés, fiscal jefe de Arrecife. Pese a que la intervención de la fiscalía resulta preceptiva en un procedimiento judicial como el emprendido, no parece haber tenido tiempo. Pese a que la función del ministerio fiscal consiste en velar por el respeto a los derechos fundamentales y las libertades públicas, promoviendo y desarrollando al efecto cuantas actuaciones exija su adecuada defensa, no parece haber encontrado el momento. En fin, pese a que ha transcurrido ya un mes desde que se secuestró el derecho a opinar en Lanzarote, aún aguardamos a que este hombre, emparentado con el señor Fernández Camero, encuentre un huequito en su precioso tiempo para cumplir con su obligación.

Yo hace años que no leo a ese Jorge Marsá. Y seguramente no lo volveré a leer nunca más. Cuadernos del Sureste dejó de publicarse un número después, y quienes constituyeron aquel proyecto acabaron separándose, cuando no directamente peleados entre ellos. Unos se pasaron a un relativismo mucho más prudente, otros se alienaron con un partido político que les condiciona, y los de más allá o se fueron de la isla o renunciaron a seguir en fregados asociacionales. Sin duda, Felipe Fernández Camero, con todo lo que representa y a quienes representa, obtuvo una victoria completa.

No obstante, esta guerra no ha acabado. Es natural que los viejos guerreros acaben hastiados de pelear sin armas contra quienes siempre tienen las de ganar, porque cuentan con todo el dinero y todo el poder. Pero otros cogerán el testigo con renovados bríos y plantarán cara a los señores del cemento. Necesitamos que así sea, y así será.

Actualizacion

Jorge Marsá acaba de publicar un artículo en La Opinión de Lanzarote mostrando su rechazo a la sentencia y su intención de recurrir donde haya que recurrir. Y mucho que me alegro. Como él reconoce, el asunto ya le pilla «algo lejos y algo cansado», pero confío en que este frente común sirva para aunar causas y esfuerzos otra vez. Por mi parte, debo disculparme, y así lo hago, porque la verdad es que creí que la sentencia era conocida por los implicados, en vista de que tiene un mes de antigüedad y que 24 horas después de la publicación de la noticia por Diario no habían dicho nada. Se ve que no era así.

Enlace:El secretario: el quinto poder por Carlota Gutiérrez

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