Recientemente se han celebrado sendas manifestaciones independentistas en las dos islas capitalinas. Como suele suceder en estos casos, los promotores han hablado de colonialismo, explotación o aprovechamiento español, discriminación en el trato respecto a otras comunidades, etc, etc… y a nosotros, una vez más, se nos ha quedado cara de tontos. Porque mayor discriminación que la que venimos sufriendo islas como Lanzarote o Fuerteventura por parte del centralismo canario, es imposible encontrar.
Publicamos un artículo hace poco hablando de los 100 millones que el Gobierno Canario nos escaqueó a los lanzaroteños en inversiones, y realmente no hace falta sino viajar un poco para apreciar la diferencia entre los niveles de desarrollo que hay en unas islas y los que hay en otras. Vale que hemos tenido la desgracia, seguramente merecida por ser nosotros quienes les votamos, de padecer unos políticos pésimos, pero no pensamos que ese factor explique, por sí solo, tan brutal desequilibrio.
A pesar de todo, y de que para la mayoría de lanzaroteños está claro que las islas capitalinas se reparten la mayor parte del pastel, llama la atención que ninguna fuerza política de Lanzarote haya osado jamás ahondar en esa dirección obvia, cual es la búsqueda de un trato más igualitario y mayor grado de autogestión respecto a las abusonas islas mayores. El nacionalismo que defienden partidos como PIL o PNL, es un nacionalismo canario que persigue exactamente lo mismo que el nacionalismo de Coalición Canaria: independencia del conjunto de Canarias respecto a España; sin caer en la cuenta de que apoyando una causa como esa lo que hacemos los lanzaroteños es tirar piedras contra nuestro propio tejado. Si tal y como están las cosas el trato que nos dispensa el gobierno que emana de las dos islas capitales es tan discriminatorio, no queremos imaginar qué sucedería si no tuvieran mayor control que el que ellos mismos quisieran autoimponerse.
En cualquier caso, visto que nadie más está por la labor, en Lanzarotelandia vamos a asumir esa causa, dejando claro que no tiene nada que ver con nacionalismos ni independentismos estatales.
Nuestra petición es bien sencilla: la creación de una tercera provincia formada por las islas de Fuerventura y Lanzarote. Una tercera provincia que pudiera mirar de tú a tú a las otras dos, gestionando sus recursos y discutiendo en el Parlamento Canario las necesidades y cuestiones propias de esta zona de Canarias, distintas a las que tienen en La Palma o La Gomera, por ejemplo.
Aunque más de uno se esté llevando a la cabeza, no hablamos de ninguna locura. Existen muchas provincias españolas con bastante menos población de la que sumamos entre Lanzarote y Fuerteventura, y no vemos por qué no podemos explorar ese terreno con naturalidad y sin aspavientos.
Sinceramente, creemos que los Cabildos Insulares son figuras insuficientes. A la vista está que no han servido para dotar al conjunto de Canarias de una homogeneidad estructural suficiente. No estamos a favor de aumentar parafernalias administrativas y llenar la isla de más funcionarios para nueva instituciones, sino de optimizar lo ya existente, dotándolo de más capacidades y posibilidades. El modelo para nosotros ideal, ya habrá ocasión de profundizar en ello, es el que existe en cualquier comunidad española. Allí las distintas provincias no tienen Cabildos, pero son provincias. Ceuta y Melilla, por ejemplo, son dos provincias españolas, y ninguna de las dos supera en habitantes la población de Arrecife.
Nos gustaría recalcar que estamos en las antípodas de cualquier etnomanía o banderofilia. La nuestra es una petición de índole puramente práctico que surge de los problemas e injusticias reales que vemos a nuestro alrededor. No hay en nuestra reivindicación un ápice del típico populismo electoralista con el que las fuerzas politicas empalagan cualquier petición de autogobierno. No queremos independencia, queremos que haya un flujo más efectivo e igualitario de los recursos en Canarias. Es decir, que el dinero que invierte el Estado y se maneja desde el Gobierno Canario transcurra sin impedimentos por todas las islas por igual. Para ello es crucial, desde nuestro punto de vista, arrebatar a las dos islas mayores el poder omnímodo que han tenido hasta ahora. Desde luego que no será tarea fácil, pero si la campaña que ahora empezamos gana suficientes adeptos se verán obligados a, por lo menos, tomarnos con un poco más de seriedad en el futuro. Que sepan, por lo menos, que estamos incómodos con la situación actual.