Supongan que van por la calle con su pareja y al pasar delante de cualquier multicine se encuentran con el siguiente cartel: Hoy, día del espectador, entrada 0 euros.
Oye, 0 euros. Mira por donde hay una película que les apetece ver, y sin pensárselo dos veces se ponen al final de la enorme cola, con la esperanza de que todavía queden entradas cuando les toque el turno.
Después de casi dos horas de cola por fin les toca a ustedes. Hubo suerte, todavía quedan entradas. Piden dos, y el señor de la taquilla les pregunta si quieren asientos o se quedan de pie. ¿Asientos? Ustedes suponían que eso venía incluído, ¿desde cuando son un extra las butacas del cine? El taquillero, al parecer ya acostumbrado les mira con cara de «¿ustedes de verdad se creyeron que lo de las entradas a cero euros iba en serio?»
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En fin, después de dos horas haciendo cola no van a marcharse así sin más, y deciden pedir las dos butacas. Cinco euros las dos entradas, tampoco está tan mal.
No tan rápido. Existe una tasa cinematográfica que hay que abonar obligatoriamente. Para pagar a la SGAE y esas cosas. Son otros dos euros más. ¿Piensan usar los servicios durante la proyección? Un euro más. Le añadimos los costes de tramitación y el plus por no haber hecho la compra por internet y listo. Las dos entradas a cero euros vienen saliendo por un total de 16 euros. Exactamente lo mismo que les habría costado una entrada normal cualquier otro día. Se cagan en los muertos de los dueños del cine, de los taquilleros y de Brad Pitt, pero al final acaban comprando las dos entradas, aunque sólo sea para que el tiempo de espera haciendo cola no haya sido en balde.
¿Les parece ciencia ficción? Pues cambien los cines por las compañías «low cost» de avión. Porque así es exactamente como funcionan. Especialmente Ryanair.
En un próximo artículo les narraremos la odisea que vivimos en carne propia para comprar un billete de avión, supuestamente tirado de precio, de Madrid a Lanzarote. Las capturas de pantalla no dejan lugar a dudas. Te tienen una hora rellenando formularios, te meten «extras» (como las maletas) que encarecen el billete cada nuevo paso, y cuando ya llegas al final, con un precio que dobla el original, todavía te dicen que si quieres confirmar el pedido se te añadirá un coste de 20 euros en concepto de algo «desconocido». Tremendo. Como tremendo es que se permita a las compañías aéras unas prácticas que no se admitirían en ningún otro sector.
Cuando piensas que vives en una isla que depende en un 90 por ciento de la gente transportada por este tipo de empresas, se te ponen los pelos de punta.