LIDL y el Mercado de Abastos

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Hace dos años, una serie de ciudadanos lanzaroteños se unieron para pedir dos cosas bien concretas: Un mercado de abastos, y que se permitiera a las superficies de descuento duro llegar a la isla. No se pedía nada más, a pesar de la típica contaminación orquestada por determinados medios de comunicación, según los cuales todo aquel movimiento ciudadano estaba montado por Eduardo Spínola para que su Argana Centro pudiera abrir un supermercado. De vez en cuando conviene repasar la historia, porque de nada sirve que el tiempo de y quite razones si nos olvidamos de echar la vista atrás para comprobar quién mentía y quién decía la verdad.

Este mes de marzo del año 2010 ambas peticiones, plasmadas en un texto que avalaron 30.000 lanzaroteños con su firma, van a tomar cuerpo y dar pleno sentido a aquella lucha que, visto está, no fue en vano.

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Seguramente muchos habrá que consideren que tanto lo uno como lo otro habría llegado de cualquiera de las maneras. Que aunque no hubieran existido movilizaciones, ni recogida de firmas, ni manifestaciones, tanto el mercado como el supermercado de descuento duro habrían caído de maduro. Y tal vez tengan razón, habrían caído de maduro; pero no en el 2010.

Hemos de tener en cuenta que por aquella época existía una tendencia más bien generalizada entre la clase política e incluso entre la población en general a dar prioridad al pequeño y medio empresario frente al consumidor. Era una papilla que se habían encargado de hacernos tragar quienes acostumbran a comprar líneas editoriales, y nosotros bien que la habíamos comido sin chistar hasta ese momento. Hoy por hoy seguimos engullendo otras papillas servidas por idénticos cocinillas, pero al menos esa ya no.

El Gobierno de Canarias hubiera podido, tranquilamente, seguir dilatando la concesión de licencias al LIDL, recurriendo y contrarecurriendo cada una de las sentencias en su contra, o adaptando la normativa Bolkestein a su peculiar manera. Sí, hubiera podido seguir haciéndolo, al menos dos o tres años más, pero el coste electoral habría sido tremendo. Y habría sido tremendo por la carajera que montaron en Lanzarote unas cuantas amas de casa, con ayuda de esos miles de ciudadanos que firmaron, se manifestaron o apoyaron la causa de un modo u otro.

En cuanto al mercado que hoy fue inaugurado, se trata de una promesa que hicieron distintos políticos a una delegación de los manifestantes del dos de febrero del 2008. Un proyecto, como tantísimos proyectos que jamás salen adelante, que echó a rodar decididamente y sin dilación a raíz del clamor popular que demandaba un mercado de abastos. Se hicieron las gestiones, se llamó a quien hubo que llamar, se reunieron con quienes se tuvieron que reunir, y voilà: Dos años después, un mercado.

La moraleja de todo esto, y la razón de que hayamos querido escribir este editorial hoy, no es sacar pecho o decir: «hey, demos las gracias a estos ciudadanos». No. Aquí de lo que se trata es de que nos demos cuenta de que las movilizaciones ciudadanas pueden lograr objetivos, cuando estos son tan concretos y razonables como los que hace dos años se demandaron. Ahora pensemos en objetivos igualmente perseguibles e igualmente concretos para que esta isla dejada de la mano de dios empiece a parecer un lugar justo, próspero y moderno. Seguro que se les ocurren unos cuantos.

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Miguel Ángel de León

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