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Miguel Ángel de León

En las películas de Cantinflas, en las que hay muchísima y más valiente crítica social y política que en las de Almodóvar, como de aquí a México, se escenificó por primera vez aquel chiste que luego se ha repetido hasta el infinito. Alguien preguntaba a un funcionario de la pesada Administración estatal mexicana si allí trabajaban por las tardes:

-Aquí cuando no trabajamos es por las mañanas, señor. Por las tardes ni venimos…

Yo no he entrado jamás en el caótico Cabildo conejero (ni en el viejo ni en el nuevo), ni en ningún Ayuntamiento (excepto en el de San Bartolomé cuando me llevaron “voluntario” y a la fuerza para medirme para soldado), pero doy por hecho que la mayoría de los lanzaroteños habrá comprobado en carne propia que el chiste cantinflesco se sigue repitiendo, aunque ya sin ninguna gracia, en las instituciones públicas e impúdicas de esta pobre islita rica sin gobierno conocido. Para eso les pagamos entre todos el sueldo, para que conviertan en días festivos incluso los que no aparecen como tal en el almanaque, como hicieron meses atrás con la fecha de San Juan, justo cuando tantos trastos tiramos a la hoguera y dejamos en sus poltronas a esta infame fauna política que padecemos, compuesta por ágrafos diletantes que tienen y mantienen a prácticamente todas las corporaciones insulares estancadas.

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Está científicamente demostrado que una de cada cien personas es un psicópata. Cuidadito con eso. Sabemos desde la noche de los tiempos que la estadística es la gran mentira, de acuerdo, pero en este caso no engaña. De todo lo cual se deduce e infiere, necesariamente y por la elemental ley de probabilidades, que usted, salvo que sea un asceta o anacoreta que vive escondido en la Cueva de Las Palomas, conoce a algún psicópata, suponiendo que no lo sea usted mismo, que a lo peor es mucho suponer (el hecho de que lea una columna como ésta ya es sospechoso, para mi gusto). Contando el número de políticos lugareños (entre consejeros en el Cabildo, consejeros, alcaldes, concejales y adosados), nos toca a varios psicópatas en la esfera pública insular. Fijo. Según la ley de las probabilidades, que la llaman, eso no admite discusión. Ahora sólo tiene el lector que fijarse un poco en alguno de esos actores de la política lanzaroteña para caer en la cuenta de quiénes cumplen a la perfección con ese perfil. Yo lo tengo muy claro, valgan verdades, pero prefiero que cada cual saque sus propias conclusiones.

Esas cifras de probabilidades ciertas no son palabras mías sino que del profesor emérito de la Universidad de Columbia, don Robert Hare, de los Hare de toda la vida de Dios. Un tipo serio, vaya. Quizá demasiado, a juzgar por la foto que aparecía en la entrevista que le hacían en el diario ABC tiempito atrás. Pero es lógico que, con su profesión, no esté el hombre para bromas. Nadie como él conoce cómo funcionan las mentes criminales, especialmente las de los psicópatas, a los que lleva estudiando desde hace décadas. Mucho cuidado con eso, porque además hay malas noticias al respecto: sepan legos y profanos en la materia que no hay cura para las psicopatías.

El cine ha hecho mucho daño y ha ayudado bastante a hacerle creer a la gente que psicópata sólo es el que se dedica a matar con el pulso firme y la misma rutina con la que se bebe un vaso de agua. No nos llevemos a engaño (y el que quiera llevarse, que vaya a los mítines políticos): la mayor parte de los psicópatas cometen sus crímenes desde otras esferas. Principalmente, las finanzas y la política. Es palabra del mencionado profesor: “Detrás de los grandes escándalos financieros, con pérdidas para miles de personas, siempre hay una mente psicópata. En los grandes negocios la psicopatía no es una excepción. ¿Qué tipo de persona es capaz de robar a miles de inversores, de arruinarles aunque después se suiciden? Dirán que lo sienten, pero nunca devolverán el dinero. Es incluso peor que lo que hacen muchos asesinos”.

¿Hay algún psicópata en la política local? Haylo. Mejor dicho, haylos. Y no hacen demasiado esfuerzo en disimular esa enfermedad, que en muchos casos desconocen ellos mismos. Ojo: no quiere decirse que hayan matado o tengan previsto matar a alguien, pero sí que han liquidado o asesinado la ilusión de más de uno en el sistema democrático (la abstención bien, gracias, y subiendo). Así los retrata Robert Hare: “La política y el póker son dos ocupaciones cuyas reglas obligan a mentir y engañar. Si los políticos fueran sinceros no serían elegidos. Muchos son mentirosos a secas. La política es un medio fantástico para que se desarrolle una mente psicópata, el mejor ambiente, el ideal. Igual que los negocios, que cambian con mucha rapidez. Ahí los psicópatas se desenvuelven como pez en el agua. Está probado que en los círculos políticos y financieros hay más porcentaje de psicópatas que entre el resto de la población. Docenas de políticos de alto nivel deberían claramente estar en la cárcel. Son psicópatas, pero no puedo decir nombres. Y lo peor es que la sociedad no puede defenderse de eso, porque son ellos los que, además, hacen las reglas, dictan los principios y gastan millones para explicar al mundo que lo que hacen es fantástico. Para esto las elecciones no sirven”. Si lo de la inutilidad de las elecciones lo digo yo, no deja de ser la opinión de un indocumentado abstencionista convicto y confeso, pero cuando ratifica mi impresión y mi convicción tan emérito profesor, eso ya son palabras mayores. Un respetito ahí, entonces. (de-leon@ya.com).

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