Fernando Marcet Manrique.
Viñeta de El Roto
En una sociedad como la lanzaroteña existen tres poderes fundamentales. Y no hablamos de los clásicos, esgrimidos por Montesquieu (legislativo, ejecutivo y judicial). Nos referimos al poder político de ámbito local, el poder informativo representado por los medios de comunicación y el poder económico representado por los grandes empresarios de la isla. Esas son las tres grandes fuerzas, las tres puntas del tricornio, las tres patas de la silla sobre la que se asienta la realidad insular.
Y como ocurre con los clásicos, estos tres poderes deberían permanecer absolutamente ajenos los unos de los otros. Cuanto más independientes sean entre sí, cuanta menos sea su relación, más sana y próspera será nuestra convivencia, más rico y lleno de oportunidades será nuestro futuro.
Pero como todos sabemos, hasta ahora esto no ha sido así. Ni por asomo. En Lanzarote medios de comunicación, empresarios y políticos han ido siempre de la mano, hasta extremos bochornosos.
Ahí tenemos el considerado decano del periodismo insular, Agustín Acosta, que montó sus medios después de su frustrada experiencia como presidente del Cabildo. Nadie como él supo conjugar los tres poderes mencionados, haciendo con ellos un potaje que alimentó al menos a un par de generaciones buenas de lanzaroteños. Pero no fue el único, ni mucho menos.
Ese trabajo de alcantarilla que estamos haciendo en Lanzarotelandia, rebuscando entre la basura para mostrar lo que casi nunca sale a la superficie (al menos de forma no parcial), si para algo sirve es para poder afirmar sin miedo que las tres patas de la silla en realidad se han comportado prácticamente como una sola en demasiadas ocasiones. Grandes empresarios que montan medios de comunicación desde los que se hace pura propaganda política. Esa ha sido la tónica en la isla. Tres en uno, tal cual.
Nadie, absolutamente nadie, está exento de culpa. Y esto, por si no queda claro, va por el Partido Socialista. Los menciono explícitamente no porque hayan sido los peores en este aspecto, sino por esa manía que tienen, tan juanfernandista, de acusar al resto sin ver la viga en el ojo propio. Los ciudadanos no estamos ciegos, deberían ser conscientes de que esa estrategia les daña más que les hace bien. Revistas como El Horizonte y personajes como los que no me apetece nombrar desacreditan cualquier recriminación pública que puedan hacer contra sus rivales políticos en torno a este asunto.
Hemos dicho cómo han funcionado las cosas hasta ahora. Tres poderes fundamentales unidos y funcionando como una piña indisoluble. Ahora de lo que se trata es de saber si todos estamos de acuerdo en que deberían estar separados. Nada de recriminaciones, nada de «tú más», sólo dígannos si les parece buena idea eso de que medios de comunicación, grandes empresarios y políticos vayan cada uno por su lado.
Ya imagino que sí, que a todos les parecerá bien. Estupendo. Pero claro, en el mundo real nadie puede impedir que un empresario monte su periódico si le apetece y tiene dinero para ello. Y claro, este empresario tiene sus intereses, muchos de los cuales dependen de que determinadas decisiones políticas vayan en un sentido y no en otro. Y claro, el político necesita que los medios de comunicación del empresario hablen bien sobre él, especialmente si hay elecciones a la vista. No hace falta decir mucho más, otra vez el tres en uno. Diríase que en este juego es imposible que el resultado final no acabe siendo siempre el mismo.
Ok. Sea. Si a ustedes les pueden las fuerzas atractivas que les llevan al entendimiento inevitable, a nosotros no nos queda otra opción que saber. Tenemos el derecho, la necesidad más bien, de conocer qué empresarios tienen qué medios de comunicación. No sólo eso, tenemos la necesidad, el derecho a saber por qué unos medios suelen sacar noticias que dejan bien a unos partidos y dejan mal a otros partidos. Tenemos la necesidad y el derecho a saber cuáles son los vínculos exactos entre ustedes, cómo funcionan, desde cuándo, hasta dónde. Ya que no parece que la separación voluntaria vaya a tener lugar nunca, somos nosotros, ciudadanos de a pie, los que tendremos que escarbar y escarbar en busca de la verdad. Hoy, más que nunca, tenemos los recursos para ello.
Al final conseguiremos esa ansiada separación de poderes. Tal vez ni nosotros ni nuestros hijos lo veamos, pero llegará, que a nadie le queda la menor duda.
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