El perfil de Manuela Armas puede resumirse enumerando los dos principales cargos que ha ostentado a lo largo de su carrera política. La alcaldía de Arrecife con Coalición Canaria y la presidencia del Cabildo con el PSOE. Ha conseguido lo máximo a lo que puede aspirar un político a nivel insular, y lo ha hecho al frente de dos fuerzas tan dispares como esas, lo cual puede interpretarse como un gran logro personal o como un lamentable cambio de chaqueta por su parte. Lo cierto es que resulta cuanto menos sorprendente que una persona después de haber militado muchos años en una fuerza nacionalista canaria de corte más bien conservador, descubra que lo que va realmente es el socialismo no nacionalista (o nacionalista español, según se mire). Y eso que en el 2002 Manuela no era ninguna jovenzuela a la que pudiera atribuírsele indefinición identitaria. En cualquier caso, nada demasiado nuevo bajo el sol lanzaroteño, donde eso de cambiar de partido es cosa habitual. Eso sí, en su favor hay que decir que cuando decidió dejar CC renunció a su acta de concejal que ostentaba por aquel entonces, y hay que reseñarlo porque eso no es tan habitual por estos lares.
La gran virtud de Manuela Armas es su imagen. Transmite cercanía y hasta honestidad. Eso, que debería ser muy poca cosa a la hora de ocupar cargos de tanta responsabilidad (donde lo que debería primar es la capacidad de trabajo, la inteligencia, la capacidad de liderazgo, etc…), resulta que es fundamental en la política tal y como es entendida hoy en día: Es decir, el arte de conseguir más votos que nadie.
También da la impresión de ser una persona que sabe dejarse aconsejar. Que si no sabe sobre algo al menos tiene la humildad de reconocerlo y delegar en quien sí sabe. También es reseñable, porque en Lanzarote lo normal es que analfabetos y cazurros estén al mando de concejalías o alcaldías, sin saber y sin admitir que no saben, tratando de ocultar su ignorancia tras la prepotencia de los débiles e inseguros. Por otro lado, esta virtud de Manuela puede convertirse rápidamente en un defecto, cuando lo que parece es que la mangonean como quieren quienes aprovechan para tomar decisiones importantes en su lugar. Es cuestión de matices y de ver con qué cristal se mira la cosa.
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– Su imagen de cercanía
– Se deja aconsejar
– Su cambio ideológico
– El cargo parece superarla
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