El 49,02% de los lanzaroteños se abstuvo, votó en blanco o votó nulo en las elecciones al Cabildo, porcentaje muy parecido al obtenido en las elecciones al Parlamento. Cerca de 40.000 personas de las menos de 80.000 llamadas a votar. En el caso del municipio de Arrecife, el más poblado de la isla, dicho porcentaje alcanza el 54,5%.
De estas cifras se deduce que prácticamente la mitad de los habitantes de la isla con derecho a voto considera que votar a un partido político, sea cual sea, no es algo que valga la pena, por unas razones u otras.
Resulta especialmente llamativo el aumento de votos nulos, que por ejemplo en el Cabildo pasaron del 0,67% al 3,57%. En el propio Cabildo los votos en blanco aumentaron del 2,54% al 4,20%.
Son números significativos en una isla ya de por sí abstencionista como ninguna otra, al darse el caso de que los disconformes con el sistema democrático representativo o no preocupados por él andan tan cerca de superar a quienes consideran su derecho a voto como uno de sus deberes fundamentales.
Resulta difícil saber hasta qué punto el movimiento surgido tras la manifestación del 15 de mayo ha influido en estos resultados. Es más que probable que el aumento de votos nulos sí tenga sus razones en iniciativas como el #nolesvotes (aunque lo que se pedía originalmente era no votar a los partidos que aprobaron la Ley Sinde) y las propias manifestaciones y acampadas. No obstante, seguramente la causa última esté en el alto grado de irresponsabilidad demostrada por los representantes públicos de la isla a lo largo de las últimas décadas. Las detenciones, imputaciones, el transfuguismo, los conocimientos de dejaciones, enchufes y chanchullos múltiples han acabado por hacer de la sociedad lanzaroteña una sociedad que mayoritariamente desconfía o no ve ninguna utilidad en el hecho de ir a votar partidos políticos cada cuatro años.