Miguel Ángel de León

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Comunicador todoterreno, Miguel Ángel de León es uno de esos personajes que no deja indiferente a nadie. Su medio natural es el escrito, donde mejor se desenvuelve, pero lo mismo podemos verle moderando debates o entrevistando a personajes en televisiones locales, como escucharle en programas de radio, imprimiendo su sello personal a todo lo que toca. Políticamente incorrecto, lleva lustros mostrando su particular punto de vista sobre la realidad insular, especialmente en forma de artículos de opinión. Tiene un estilo propio e inconfundible, y como diría Lázaro Carreter lleva «el dardo en la palabra», una palabra que él sabe manejar como muy pocos en Lanzarote. La extensa entrevista que ha tenido a bien concedernos es una buena muestra de su peculiar personalidad. Les dejamos ya con ella, invitándoles a saborearla despacio.

Nota: Las primeras preguntas habitualmente no las transcribimos literalmente, sino que nos sirven para conocer un poco más al entrevistado de cara a la presentación que da paso a la entrevista en sí. Pero en este caso, hemos considerado que sería una pena privar a nuestros lectores de las respuestas literales que nos ha brindado Miguel Ángel.

¿Estudiaste periodismo? ¿Dónde, qué años?

Respondo a la gallega: ¿estudiaría Medicina alguien que no quiere ser médico? Yo ni soy ni quiero ser periodista. No me veo cubriendo ruedas de prensa de gente que no tiene nada que contar y que habitualmente ni siquiera sabe contarlo. Lo que hago en la Prensa, casi desde chinijo, es opinión, no información. Y casi siempre por empeño ajeno. Lo mío era jugar al fútbol. En cualquier caso, el periodismo no es profesión para empollones o memoriones esclavos de la “titulitis aguda”. La profesión se aprende leyendo a los mejores. Galdós, Umbral o Saramago no pasaron jamás por Facultad de Periodismo alguna, pero han escrito las mejores páginas del periodismo ibérico. No hay otra fórmula mejor que la práctica (más la de la lectura que la de la escritura, insisto). El resto es negocio universitario, muy fraudulento a juzgar por los resultados. El periodismo es vocación, y la única vocación de la mayoría de los titulados, con contadas y muy dignas excepciones, suele ser la de acabar enchufados en gabinetes de prensa para ejercer el contraperiodismo, trabajando para el poder político (radios y televisiones públicas) o empresarial, ejerciendo así de infraperiodistas que maquillan en lugar de informar y que adulan en vez de denunciar.

¿Has trabajado alguna vez en algún otro sector que no sea el de los medios de comunicación?

Según mi abuela, que ya es centenaria, yo no he trabajado en mi vida. No es del todo cierto, pero no me gusta llevarle la contraria. En realidad, menos de cura o monaguillo, he hecho casi de todo. ¿Lo de la “mili” cuenta? Estuve en el glorioso y estruendoso Cuerpo de Artillería, pero me tuvieron más tiempo ejerciendo de lo que llamaban escribiente que lanzando granadas.

¿En qué medios de comunicación has trabajado o colaborado?

He perdido la cuenta. Sobre todo porque nunca he llevado cuenta. Tuve columnas o secciones propias en El Eco de Canarias, La Provincia, Lancelot, La Isla, La Voz de Lanzarote (semanario y diario, impreso y digital), Crónicas de Lanzarote (impreso y digital) y otros. En radio, comentarios de opinión (o sea, columnas habladas) y tertulias en Radio Lanzarote, Punto Radio, Lanzarote Radio y alguna otra. En televisión, me han sufrido los espectadores de casi todas las locales, aunque me lavo las manos porque siempre que hice televisión fue también por empeño o masoquismo ajeno. Yo no quería. Quienes me conocen bien lo saben. Telegenia y yo nos llevamos muy mal. Para mi gusto, ella es muy frívola (hasta pretende que vista a lo moda uno que no cree en modas), y un poco fragilona también, puestos a contar verdades.

¿Haciendo qué programas (o publicaciones escritas, si es el caso)?

Esencialmente he hecho lo mismo que en la prensa: opinión. Durante años en el programa “Buenos Días, Lanzarote” de la emisora decana, o participando en tertulias. Y en la tele, tanto en Lanzarote Televisión como en Archipiélago Televisión, en Canal (L), siempre he hecho el único programa en el que creo y que cada vez se torna más difícil: el debate sobre un asunto concreto con todas las partes enfrentadas. Pero ya casi nadie se presta a eso, ni políticos ni empresarios. Si vienen los del grupo de gobierno de turno no vienen los de la oposición, o a la inversa. Y se jactan de demócratas, aunque no tienen ni (vamos a poner remota) idea de qué es democracia, ese cuento recurrente del que viven todos a costa nuestra. Salvo en período de celo electoral, claro, que es cuando no tienes que llamar a ninguno porque ellos vienen solitos. Como dicen los viejos, “el animalito conoce…”

Has colaborado y trabajado en la mayor parte de los medios de comunicación importantes de la isla, tanto en prensa, radio, televisión y también en los diarios digitales. ¿Hay alguno del que guardes especial recuerdo, para bien o para mal? ¿En cuál encontraste mejor ambiente de trabajo y más libertad a la hora de desempeñar tu tarea? ¿En cuál todo lo contrario?

El mejor ambiente de trabajo siempre lo he encontrado en mi casa, que es desde donde he trabajado casi siempre. Cuando internet todavía era una quimera o el sueño de un mono loco me enviaban a una muchacha a buscar el artículo. Venía en taxi, así que de la columna comíamos de forma solidaria el taxista de turno y yo. Era el tiempo de las vacas gordas. El actual Caso Unión, comparado con lo que se estilaba en la política local por aquellas fechas, es un cuento para niños, y las cantidades de dinero de las que ha oído hablar el juez Pamparacuatro serían calderilla comparadas con las que se manejaban por aquel entonces. Mal ambiente de trabajo no he encontrado en ningún sitio. Pero pocas ganas de trabajar bien, en muchos.

¿De todos los formatos (tv, radio, prensa, cuál es tu preferido como profesional? ¿y como receptor de información?)

Estoy en esto por la prensa escrita. La radio, la tele o el internet son sucedáneos, aunque muchos periodistas recién llegados a la causa crean que es el revés. Como diría un machista convicto y confeso, “eso es como el fútbol femenino, que ni es fútbol ni es femenino”. Otra cosa es que se pueda hacer buena radio o buena tele, pero eso no depende tanto ni de los formatos ni de las empresas. En cuanto a la dichosa Red, los mejores columnistas que leo en la pantalla del ordenador son, esencialmente, los mismos que leía en papel. Total, que el formato es lo de menos. Lo que importa es la formación (no hablo de la académica, que ese cuento aquí no cuenta) de cada profesional. Y la vergüenza torera, claro: esa mínima dignidad para no decir lo que sabes que no es cierto ni pelotear a ninguna sigla a ningún precio.

Trabajaste muchos años con Agustín Acosta; ahora que el paso del tiempo nos permite hablar con otra perspectiva, ¿consideras que Agustín Acosta creó escuela entre los periodistas conejeros como Dimas Martín lo hizo entre los políticos?

Lo propio y lo lógico es que el locutor con más audiencia radiofónica durante tantos años cree escuela, para bien o para mal. Participé en su popular programa de radio durante más de una década, donde me limitaba a hacer un comentario de opinión, grabado la noche anterior porque yo a las indecentes horas a las que se despertaba Agustín Acosta estaba a punto de acostarme. Lo que me comentaban después los oyentes es que él se pasaba hora y media diciendo blanco y yo cerraba el programa diciendo negro. A veces se agarraba tremendos mosqueos, por decirlo suavemente, con lo que yo escribía o decía, pero nunca me los trasladaba. Me enteraba de ellos por terceras personas. Coincidíamos en muy poco, ni siquiera en gustos futbolísticos. Pero como nunca fui a pedirle trabajo, a lo mejor por eso me permitía el lujo de llevarle la contraria todo el rato, aparte de otras licencias como trabajar desde casa o cumplir con mi labor en el periódico o en la radio mientras andaba por Barcelona, Nueva York o Teseguite. Como ya no puedo decírselo a la cara, no voy a hablar ahora de sus defectos o virtudes. Lo que es innegable es que gran parte de los que todavía nos movemos en los medios de comunicación de Lanzarote no estaríamos ahí de no ser por Agustín. Eso es un hecho, y los hechos se imponen siempre a cualquier opinión.

Es conocida tu abstención política, a la que invitas en cuanto tienes ocasión. Teniendo en cuenta que en sudamérica algunos de los líderes más cafres fueron elegidos precisamente cuando se alcanzaron cotas de abstención electoral altísimas, ¿no te preocupa que pueda pasar algo parecido en Lanzarote? ¿Es la abstención la única arma política que poseen los ciudadanos frente a la corrupción?

La abstención es un arma más, de defensa, de ataque, o ambas cosas a la vez. Es en los regímenes totalitarios, como en la España de Franco o en la Cuba de los hermanos Castro, donde es obligatorio acudir a votar. Los que se abstienen no lo cuentan, como no sea detrás de los barrotes de la cárcel. A la abstención no se llega necesariamente por pasotismo o vagancia, como creen los fundamentalistas del voto que andan convencidos de que retratarse cada cuatro años ante la urna es sinónimo perfecto de democracia, cuando que no es más que paripé que justifica y sobrealimenta a la actual partitocracia. Yo llegué a la abstención por desilusión. Fui votante del PSOE hasta que Felipe González hizo “del cambio” prometido en la campaña electoral un trueque vomitivo, que desembocó en corrupción intrapartidista y en terrorismo de Estado, y me asqueé definitivamente de esas siglas por aquí abajo cuando los “psoecialistas” de Lanzarote pactaron por primera vez con el mismísimo PIL de Dimas Martín. Ahora, casi 20 años después, acaban de descubrir que Dimas es el diablo. Pero desde entonces hasta ahora han sido cómplices necesarios de esa política convertida en el más sucio y ventajista de los negocios. No hay más millonarios en el PIL que en el PSOE conejero. Antes al contrario. Así que no pido a nadie que sea militante abstencionista, pero sí les sugiero a quienes nos insultan (políticos o periodistas interesados en el negocio del inmenso fraude electoral) al menos un respetito a quienes nos negamos, con mil y una razones, a no participar en esa ceremonia de la democracia adulterada. A los abstencionistas se nos niega hasta el teóricamente sacrosanto derecho al secreto de voto: somos los únicos a los que todos los candidatos de todos los partidos saben empíricamente, con sólo mirar la participación en las listas municipales, que no les hemos votado. En una sociedad tan pequeña como la insular, no ir a votar y además reconocerlo abiertamente es sinónimo de cualquier cosa menos de cobardía. Y no creo que tenga que explicar por qué es así…

¿Qué opinión te merece facebook en estos momentos? ¿Te sigue pareciendo «un patio de vecinas» donde los espiados dan el trabajo prácticamente hecho a los espías? ¿Lo consideras una buena alternativa a los medios de comunicación dominados por empresarios con intereses muy particulares, o eso es ser demasiado optimista?

Sufro tecnofobia inicial con casi todo. Debe ser la llamada genética de los hombres de las cavernas, que a unos nos tira más que a otros. Luego termino acostumbrándome y puedo morder si alguien amaga con quitarme el cacharro de turno. De hecho, me negué en un principio a que la empresa de Agustín Acosta me instalara un ordenador en casa. Pero se empeñó y me envió a su hijo a darme un curso intensivo sobre el uso del cachivache. A la semana siguiente, una muchacha enviada por la empresa llegó a casa para ver si me lo quedaba o lo devolvía. Me ahorro contar el desenlace, así como el susto que se debió llevar la pobre chinija al ver mi reacción. En cuanto a lo del “patio de vecindonas”, es innegable que el triunfo de esas redes sociales se basa en el afán de exhibicionismo y de cotilleo que afecta a casi todo hijo de vecina. Aunque casi todo es ruido, insustancial “ja-ja-jᔠy bobería adolescente o etílica, porque un tolete sentado frente al ordenador sigue siendo un tolete, se le puede y se le debe sacar mucho más partido al invento. Yo he visto ahí muy buenas iniciativas. Total, que me quedo con la parte buena, que haberla hayla. Pero eso no me evita censurar lo que entiendo que sólo es bobería virtual. Tampoco veo nunca la llamada tele-basura, y no por ello voy a renunciar a criticar allí donde me dejen el enorme daño que han hecho a generaciones enteras de españoles personajes tan taimados y culpables de la idiocia colectiva como el Sardá o la Milá, que han metido el periodismo televisivo en el retrete y no piensan sacarlo de allí porque les renta de maravilla, aprovechando que los consumidores copógrafos son mayoría.

Pregunta obligada: 25.000 parados, y la impresión general es que la isla está yendo proa al marisco… ¿somos muy pesimistas? ¿hay futuro?

Ante ese sombrío panorama, respondo otra vez a la gallega: ¿Conocen de algún político lugareño verdaderamente preocupado por esa amarga realidad que a ellos les parece ajena y que ninguno acabará padeciendo? Contar lo evidente no es pesimismo. Negarlo sí es idiotez.

¿En clave política, y con pocas palabras, cómo definirías los siguientes términos?

  Izquierda

Lo que no hay en Lanzarote.

Derecha

Lo más que hay en Lanzarote, aunque disfrazada casi toda ella de nacionalismo de pandereta y romería (CC) o de insularismo trufado de independentismo folclórico, vivacartagenero e inconsciente (PIL). Ninguno son lo que dicen ser, pero ambos me causan la misma vergüenza ajena.

Nacionalismo

Ya lo he dicho: no hay tal. Todo es una carnavalada más o menos etnomaníaca, como diría Savater. Es el aprovechamiento perfecto de los más bajos instintos del pueblo para convertir en votos tanto los buenos sentimientos (el lógico amor a la tierrita, una misma pertenencia y una historia en común), pero sobre todo los malos (racismo, xenofobia, intolerancia, envidia, miedo al vecino, complejo de inferioridad o de superioridad y todos los prejuicios del mundo juntos) . Suele dar muy buen resultado electoral, como es triste fama.

Vives en San Bartolomé, el pueblo en el que naciste y te criaste (¿es correcto?), ¿Con qué Martín se vivía mejor, Miguel o Marcial?

No he votado jamás a ninguno. Tanto me da un Martín u otro. Da igual (mal) gobierne Juana como su hermana: sé de antemano que ambas lo harán igual de mal, pero muy bien para sus respectivos bolsillos, o el de sus familiares, amigos o correligionarios. Eso es la política local, en San Bartolomé o en Muñique. El resto es cuento. Muchísimo cuento. Ni comulgo con esa rueda de molino ni voto a ninguno de esos cuentistas.

Esperamos no haberte hecho sudar demasiado con la entrevista y te dejamos el siguiente espacio para que transmitas lo que quieras a los lectores de Lanzarotelandia, agradeciendo tu paciencia.

Si le digo le engaño…

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