Tomás J. López, Madrid
Le llegó el momento, al que sucederán seguro otros muchos momentos similares y que vino precedido de tantos momentos anteriores. Unos mejores, otros peores, pero raro el fácil. Con todo, llegó. Roberto Pérez Toledo (Arrecife de Lanzarote, 1978) pespuntaba esta semana los últimos retales de su primer largometraje, «Seis Puntos sobre Emma», que estrenará en otoño y en cuyo reparto figuran Verónica Echegui, Álex García y Fernando Tielve. Un salto, quizás un abismo, al que se enfrenta no sin cierta sensación de vértigo.
Pero antes, Roberto ha vivido en el desfiladero que supone una profesión tan difícil que solo se entiende desde la pasión: ser cineasta y pretender vivir de ello, sin padrinos. En el camino, unos 20 cortometrajes que le han convertido en un mago de los sentimientos íntimos contados en breve.
Quedo con Roberto para almorzar en el centro de Madrid en un día de cuando el calor inicia de repente el periodo trimestral en que esta ciudad se asa. Llega desde Vallecas, donde vive, y casi se agradece a estas alturas su inicial timidez, su intencionada distancia en la entrada, su introversión ante quien conoce de poco. Pareciera en Roberto un rasgo más de sinceridad que de desafecto, digno de elogio en un mundo que desde fuera, a parte de «fábrica de sueños», nos pudiese parece en ocasiones una factoría de relaciones públicas. También por esto no debe ser fácil ser Roberto Pérez Toledo. O quizás sí, y sean muchos quienes lo agradecen. Pero no debió ser fácil desde antes, cuando de chinijo, en Lanzarote, se sentía un tanto extraterrestre.
1. Roberto, Lanzarote y el cine Atlántida
Quizás solo sea el recurso de un tipo en principio tímido para trabar conversación. O tal vez haya algo de verdadera sorpresa que denota ya no distancia, sino distanciamiento. A Roberto le puede parecer curioso que los cuatro canarios que nos sentamos a la mesa pidamos «papas» de guarnición, nombre propio del tubérculo desde que fue bautizado en quechua, y al que solo varios milenios después fueron los españoles a pervertir en el nombre.
Roberto vive fuera de Canarias desde que que tiene 18 años, cuando marchó a estudiar Comunicación Audiovisual a Salamanca. Cuatro años en el centro de la Vieja Castilla y desde entonces en el centro de ambas, Madrid, o mejor dicho, Vallecas. A Lanzarote viene poco y casi por exigencia familiar «la verdad es que cada vez vengo menos, tengo que ponerme un poco las pilas con lo de venir más, pero mis padres y mi hermana viajan mucho a Madrid, así que está compensado».
Pregunta- He leído en tu página web, en tu reseña bibliográfica, que Lanzarote es un lugar en donde nunca pasa nada (cara de persona que vive en Lanzarote)…
Respuesta- No, a ver, la sensación que yo tenía siendo adolescente es muy distinta de la que se tiene ahora. En aquel momento era muy complicado poner en pie un proyecto de cortos, o encontrar a alguien con este tipo de inquietudes. Supongo que va por ahí lo que quería decir, que ni me acuerdo de cuándo lo escribí. En aquel momento sí que me sentía un adolescente un poco extraterrestre. Luego, cuando me fui a «la península», primero a Salamanca y luego a Madrid, ahí ya encontré a gente mucho más afin en ese sentido. Pero creo que ahora ha cambiado el panorama. Hay chicos haciendo cortos, iniciativas como «Canarias Rueda», «El Festivalito» y se ha reactivado este mundo. La tecnología permite coger una cámara, un ordenador… cuando yo era adolescente todo era mucho más complicado.
Difícil que no imposible. Y como las pasiones son así, irremediables, Roberto grabó desde pibe sus primeros ensayos «cinematográficos» en su casa del barrio arrecifeño de Argana. Las primeras pruebas de cámara, los primeros «travellings«, machangadas con muñecos… Y a los vecinos, a escondidas, para luego intentar darle forma a sus vidas montando las imágenes. De esa costumbre de registrar los momentos que le circundan le ha quedado mucho. Raro es que pasen un par de días sin que Roberto suba a las redes sociales alguna fotografía. De la gente que le rodea, de sus amigos, de sus compañeros durante el rodaje o de los pequeños detalles que va encontrando: una pintada sobre la pared, un sobrito de azúcar de marca canaria que luce una palabra en dialecto del país, un letrero y hasta la cola de un langostino para eternizar una Noche Vieja. Sin embargo, a pesar de lo profuso del álbum, él no está en sus fotos. Retrata los momentos según los ve, en una especie de obsesión por ser siempre el hombre que está detrás de la cámara.
En su adolescencia, en la isla, Roberto vivió un momento duro. Desde que tiene 14 años se desplaza en silla de ruedas. Diez antes le habían diagnosticado una atrofia espinal congénita que se agrabaría con la pubertad hasta hacerle inseparable del asiento sobre el que «su vida rueda» -a parte de mago de los sentimientos íntimos contados en breve juega Roberto a malabarista con las palabras-.
La distancia, ya distanciamiento, con la isla que le vio nacer puede que tenga origen en esa misma pasión que desde entonces le acompaña. Las brillantes escaleras de los Multicines Atlántida, por entonces los únicos de la isla, eran la barrera que separaban al adolescente Roberto de su querencia. «Esas barreras también me expulsaron de Lanzarote. Y las escaleras del Cine Buñuel, a donde luego tuve que ir a presentar varios de mis cortos, sin poder acceder por mí mismo». Extraterrestre y amante del cine, Roberto se ensimismó desde pequeño con ET, una fijación que le sigue con gusto.
2. Un gran paso, o un «Vuelco»
La primera obra de Pérez Toledo fue «Mar Adentro«, filmada en 1999, aun en su periodo de estudio en Salamanca, antes de que Amenábar se decidiese a contar la historia homónima sobre Ramón Sampedro.
Pero fue «Vuelco» (2005) su primer corto en 35 milímetros, una obra que Roberto apunta como otro de los momentos más reseñables de su carrera, otro hito. Y de nuevo lo difícil: año y pico de burocracia para hacer realidad la ilusión de rodar en el formato que llega a las salas. Subvenciones, plantillas, presupuestos y funcionarios. Fue también su primer contacto con la productora Ana Sánchez-Gijón y «La Mirada», que ahora están detrás, o al lado, en el lanzamiento del primer su largometraje. Y la primera vez que se vio en la gran pantalla el estilo propio del cineasta y su grandeza al contar cosas cotidianas, que no pequeñas.
P.- ¿Es usted un hombre sensible?
R.- Pues no sé, si eso es lo que irradian los cortos algo habrá. Pero no me pongo a hacer los cortos pensando en eso. Intento contar lo que me pide el cuerpo en cada momento, aunque sí procuro hacer algo con lo que la gente empatice, con lo que se puedan sentir reflejados. Y sí que me dice mucha gente que se siente muy identificada con los conflictos que cuento, porque al fin y al cabo son muy humanos, muy de todos. Todos hemos sentido, hemos querido sin que nos correspondieran, nos hemos dado de bruces contra una calabaza… y ese es el tipo de cosas que a mí me interesan mucho, me intrigan.
P.- ¿Cuál es la gama de sentimientos que más aparece representada en tus obras? [quote2]
R.- Hay mucho de amistad, de amor, de amistad que se confunde con amor… vínculos que no se sabe muy bien cómo etiquetar. También hay temas como la indefensión o el miedo al rechazo, la inseguridad. Son temas que a mí me interesan mucho y también me perturban.
P.- ¿Y si tuviese el presupuesto, los medios… para hacer una superproducción de estas, con mucho efecto especial… ¿seguirías optando por historias de este tipo?
R.- No lo sé, me tendría que ver en la situación. Cuando escribes ya lo haces con el chip de que lo que estás escribiendo sea viable. Pienso previamente en que lo pueda controlar, lo pueda dirigir fácilmente. Hay un amigo que dice que haría una película catastrofista pero con profunda y llena de personajes atormentados. Sería interesante.
3. Redes y Gritones
A pesar de lo difícil de la profesión ha encontrado Roberto elementos de nuestro tiempo que han salido en su ayuda y que ha sabido aprovechar y poner a pleno rendimiento. Casi nació como cineasta junto a la red de Internet, una herramienta que no desperdicia. Su primer filme, de 1999, ganó el certamen «Cortovisión«, un embrionario festival on line antecesor de los que ahora se han popularizado. Desde entonces Pérez y la Red han ido a una.
P.- ¿Cómo influyen las nuevas tecnologías y la posiblidad de estar conectados en el trabajo que haces y en cómo lo muestras?
R.- Me parece interesantísimo el tema de Internet. Hay compañeros cortometrajistas que tienen reticencias a colgar sus cortos en la Red y yo me pregunto por qué. Una vez que un corto ha concluido su vida natural en festivales y demás yo creo que Internet es el lugar ideal donde un corto debe estar. Es cierto que con ello estamos muy expuestos, porque te llegan comentarios y el anonimato te permite allí decir cosas que de otra manera quizás no aparecerían. Pero a pesar de esos pequeños contras, la Red te ofrece unas posibilidades brutales para mostrar lo que haces.
P.- Pero es que por tener tú tienes hasta Fotolog, y lo sigues conservando…
R.- Sí, es curioso que siga ahí. Pero es que a mí me sirvió durante bastante tiempo como plataforma, como complemento para difundir los cortos, y me sigue sirviendo… hay gente que sigue fiel a él y ahí sigo. Yo esto de las redes me lo tomo como una continuidad de mi trabajo. Tener una presencia en la Red más o menos cuidada y que la gente pueda encontrarte. No concibo cuando buscas algún corto o algún director y no hay nada en Google. Eso equivale un poco a no existir.
Si su primer corto ganó uno de los certámenes que están en la génesis del cine on line, especialmente exitoso ha sido el recorrido de uno de los últimos, «Los gritones» (2010), que comenzó su andadura con el premio especial del jurado de la octava edición de Notodofilmfest, un festival que se ha consolidado como una excelente plataforma para el llamado «cine de guerrilla», para cortos de muy bajo presupuesto, un subgénero en el que Toledo se siente especialmente cómodo.
«Los Gritones», rodado en una tarde, terminó por proyectarse en unos cien festivales de medio mundo. También aquí, en el último Festival de Cine de Lanzarote, donde consiguió la mención especial del jurado además del premio del público al mejor cortometraje canario. Un reconocimiento al cineasta en su tierra. Y en ese mismo cine Atlántida que frustró durante algún tiempo sus ganas de encontrarse con la gran pantalla. Contradicciones, sabor agridulce: Los Gritones.
4. Una historia sobre la ceguera sentimental
Sentenciaba en otro lugar Roberto cómo es esto que se ha arriesgado a hacer: «En esta carrera, normalmente y a menos [quote] que tengas una estrella en el culo o unos cuantos “padrinos”, todo cuesta mucho y es muy lento y frustrante, así que mi consejo sería: si eres capaz de ser feliz dedicándote a cualquier otra cosa, dedícate a cualquier otra cosa. Y si finalmente sientes que solo puedes dedicarte a esto, pues escribe y rueda, todo el rato, como sea, donde sea, con la cámara que sea, con tu móvil si hace falta…»
Siendo de los segundos, aconseja Roberto para quienes quieran dedicarse al cine que es preferible hacerlo sin pensarlo demasiado ni esperar a que llegue el mejor momento. Asegura que muchos de sus cortitos podrían estar mejor elaborados técnicamente, pero que prefiere tener siempre muchos proyectos en la mente y no parar por la falta de recursos económicos, tiempo o equipos. Amante de ese «cine de guerrilla», de recoger instantes en ocasiones fugaces, fue para Pérez un reto grabar su primer largometraje este pasado invierno, en Tenerife. Me cuenta que la isla la reconoceremos quienes sepamos de ella, porque ha querido explorar la vertiente más cosmopolita y menos típica de Santa Cruz: el mercado, el nuevo Santa Cruz de la prolongación hacia el sur, Guajara… La nueva realidad y arquitectura insular, excenta de tipismos, porque de lo que se trataba de contar una historia universal.
P.- ¿Sobre qué gira «Seis puntos sobre Emma»?
R.- En parte es una continuación lógica de mi trabajo como director de cortos. Es una historia de personajes con conflictos más introspectivos que externos. Siempre digo que es una historia sobre la ceguera sentimental, los palos de ciego que damos hasta encontrar lo que verdaderamente queremos. En este caso son palos de ciego literales porque la protagonista es una joven ciega, pero está usado como metáfora de esa ceguera sentimental que a todos nos puede llevar a dar muchos bandazos.
Se lo puso también difícil Roberto en la filmación de este su primer largo. Grabación de muchos exteriores en los meses de invierno -aun siendo Tenerife invierno era- y como cuenta el director, todos los elementos que complican una filmación: «había animales -el perro lazarillo de Emma-, niños, exteriores y transeúntes». Aun con todo a las 5 semanas la película estaba grabada.
Roberto se vuelca cuando tiene que piropear al equipo, desde el reparto, actores a los que considera pasionales del cine como él mismo, hasta quienes se encargaban de un cátering que aun echa de menos: «Se hizo gracias a un equipo eficacísimo, una producción y una organización bestial que ha hecho que todo haya ido como la seda«, asegura.
«Seis puntos sobre Emma» coronará por lo pronto la carrera de un joven director vocacional para el que nada ha sido fácil. Sin embargo, a pesar de la insistencia de los amantes de un sensacionalismo del que huye como puede, reconoce Roberto que la atrofia espinal congénita es una putada para muchas cosas, pero no cuando toca trabajar. Y afronta con humor la pregunta recurrente de muchos medios sobre su discapacidad, evidencia de que son otros los que no están del todo preparados: «Todo irá bien mientras no ambiente un guión en el Amazonas o en el desierto de Sáhara. Ahí tendría problemas porque mis ruedas se enterrarían, pero si puedo seguir contando historias en terreno sólido y lugares más o menos amplios, no habrá demasiado problema».
Desde la distancia, que no el distanciamiento, en este otro desierto de jable que es la isla donde empezó a grabar machanguitos hace algún tiempo, allá cuando descubrió su pasión, andaremos esperando el feliz resultado, al que ya antecedieron otros y tras el que, seguro, vendrán otros tantos.