Somos conscientes de que nuestro estilo es un tanto controvertido y disgusta a algunas personas. Titulares agresivos que rozan, si no superan, los límites del sensacionalismo puro y duro; tomas de partido en todas y cada una de las noticias que publicamos; opiniones vehementes que coquetean con la demagogia; críticas feroces… alguno de nuestros amigos ya nos ha dicho que somos los Jiménez Losantos de Lanzarote, y lo increíble es que pretendía ser un halago. Nos gustaría, en este editorial, explicarnos un poco.
Es verdad que hemos elegido un camino discutible. Nos expresamos exactamente del mismo modo que lo haríamos en un entorno familiar, sin autocensuras ni constricciones. Y lo hacemos porque queremos hacerlo así. Porque nos sale, pero también porque lo hemos elegido.
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Las razones de tal elección son varias. En primer lugar, queremos alejarnos de la gris equidistancia que no desprende ni frío ni calor. Eso no nos diferencia de productos como Lancelot o El Día, por ejemplo. Lo que sí nos distingue de tales ejemplos, a parte de que lo nuestro no pretende ser periodismo, es que al contrario que ellos, nosotros jugamos limpio. Y lo decimos sin aspavientos. Por duras que sean nuestras críticas y por equivocados que puedan ser nuestros planteamientos, siempre dejamos la puerta de los comentarios abierta. No encapsulamos nuestras diatribas en un espacio impermeable que la gente se traga o rechaza sin más, sino que damos a cualquiera la oportunidad de criticarnos a nosotros con la misma dureza que nosotros empleamos. Ni un sólo comentario va a ser censurado en Lanzarotelandia. Sólo serán automáticamente ocultados (que no eliminados) aquellos que la gente vote negativamente.
Ayer tuvimos un buen ejemplo de lo que queremos decir. Escribimos un artículo a nuestro modo y manera. Titular agresivo, toma de partido… y un error flagrante en uno de nuestros planteamientos. Nada distinto de lo que hace Lancelot todos los días en su televisión o todas las semanas en su revista. Pero, y aquí está la crucial diferencia, llegó un personaje anónimo y nos cantó las cuarenta, dejándonos en nuestro sitio. Admitimos nuestro error y corregimos. El día que Coll haga eso iremos personalmente a regalarle una caja de bombones.
Por otro lado, Lanzarotelandia tiene un espíritu eminentemente bloguero. Es un espacio donde uno ofrece sus opiniones más o menos sesgadas para que otros las lean y a su vez opinen sobre ellas. Por eso, se equivocaría quien se acercara a esta web con la predisposición de quien entra en un noticiario digital. No tenemos tiempo ni medios para realizar investigaciones a fondo, por lo que seremos injustos muchas veces. Lo reconocemos, y queremos jugar limpio. Dar posibilidad de defensa a todo aquel que se sienta agraviado por nuestras opiniones.
Ahí está la noticia de los taxis, por ejemplo. Planteamos nuestra postura, un tanto radical, en base a lo que hemos leído y hemos escuchado. Pero si mañana nos viene un taxista y nos da su versión a lo mejor tenemos que cambiar nuestro parecer. O no. Lo importante para nosotros no es tanto el tono empleado a la hora de escribir como el no ser injustos a sabiendas. Otros eligen otros caminos, este es el nuestro. Sensacionalismo responsable, lo llamamos.