En principio la idea es francamente cojonuda. Para mí se trata justamente de eso, de implicar a la gente, sobretodo a los jóvenes, en la construcción ciudadana. Acostumbrarlos a mirar, a comprometerse, a sumarse a la causa. No hay comunidad que salga adelante sin el factor ciudadano, sin el compromiso de quienes desean que el lugar que habitan sea un buen lugar, más allá de las obligaciones de los políticos o trabajadores públicos. Y el proyecto Objetivo Arrecife incide en eso. Pero sólo a medias. A medias, porque no se pide a los participantes que miren la ciudad, sino que miren lo que vean turísticamente promocionable en ella. Se les pide que se tapen la nariz y se cubran un ojo y medio, para que señalen lo poco que vean bonito, ignorando lo demás, que desgraciadamente es abrumadora mayoría.
Algo así tendría sentido en casi cualquier población de Lanzarote, pero no en Arrecife.
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Mis suegros franceses están pasando unos días de vacaciones en la isla. Y, sinceramente, cada vez que vienen a Arrecife siento vergüenza. Mi orgullo lanzaroteño se siente herido, porque sé que la buena imagen de la isla en general queda tristemente ensombrecida cuando llegan a la capital, aunque ellos tengan la buena educación de no decir nada.
Me gustaría que no tuvieran que venir a Arrecife en absoluto, poner una puerta con un candado como si se tratara de esa habitación desordenada que uno nunca muestra a las visitas. Quisiera mantenerlos lejos, desde luego no buscaría atraerlos con reclamos promocionales de ningún tipo. Aquí no se entra, no al menos todavía.
Por eso no entiendo esta iniciativa. ¿De verdad queremos que el turismo venga a Arrecife tal y como tenemos la ciudad ahora mismo? ¿De verdad queremos que se pasen por el Islas Canarias? ¿Que vayan al Charco? ¿Que recorran nuestras calles? ¿En serio?
Ahora bien, si se trata, como decía al principio, no tanto de promocionar como de implicar, pues hagámoslo en serio. ¿Por qué ver sólo lo bueno cuando la mayor parte de los que hay está mal?
Luego hay otro aspecto a tener en cuenta. Tal vez sea injusto, pero la verdad es que a mí no me apetece implicarme si con ello voy a ayudar a un gobierno como el que preside Cándido Reguera. Me apetece mucho trabajar por la ciudad y ayudar en la medida de mis posibilidades a que salga adelante, pero no si con ello beneficio a personas como Cándido Reguera, Pedro de Armas, Isabel Martinón, todos los del PIL, etc… no me motiva en absoluto. Y no por quienes son, sino por lo que han hecho y hacen cada día. Por como llegaron al poder. Por como siguen trabajando con corruptos. Por su tolerancia respecto al chanchulleo. Ya digo, probablemente sea injusto, porque al fin y al cabo deberíamos remar todos en la misma dirección, independientemente de que gobiernen unos u otros, pero para mí es una cuestión de prioridades.
No obstante, hay que reconocerle a este gobierno que se está moviendo, que está proponiendo cosas, elaborando proyectos… justo lo que echamos en falta durante el mandato de Enrique Pérez. Es como si a los arrecifeños se nos obligara a escoger entre la parálisis socialista o las corruptelas del resto. ¿Será posible que nadie conjugue las virtudes de unos y otros? ¿Será posible que no haya alternativa para Arrecife?