Olga Cerpa: «Los canarios tenemos mucho de bolero, vivimos y amamos muy bolerísticamente»

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Tomás J. López, Arrecife de Lanzarote

¿Ya es definitivo lo de vivir en Madrid? ¿No echas de menos las Islas?

Bueno, todo lo definitivo que pueden ser estas cosas. Va para 10 años de residencia allí, plantada como un madroño. Aunque sigo teniendo casa en Gran Canaria a donde vengo muy a menudo. He llegado al punto en el que me encante venir, pero me encanta también marcharme. He logrado ese equilibrio en el que volver a la isla me gusta pero salir de ella también.

¿Y como el madroño, ya echaste algunas raíces, ya tienes tus vínculos allá?

Sí, me casé con un madrileño, que lo tendrán que hacer hijo adoptivo en algún momento, porque no conozco a nadie que hable más y mejor de Canarias. Y mi hijo… mi hijo es godo perdido, pero me dice “sí, mamá pero es que yo no soy godo, soy canario”. Y yo le digo: sí, con ese acento, lo tienes claro. (risas)

¿Y cómo se ve Canarias desde fuera, o cómo la ves tú? ¿Se ve con más perspectiva desde la distancia?

Lo ves todo con más perspectiva, efectivamente. Te vuelves un poco más indulgente porque no tienes la realidad cotidiana tan cerca. Te haces menos crítica, dulcificas la visión de las Islas porque te quedas con la parte buena. Pero creo que eso es saludable también, porque muchas veces, como en todo, cuando estás en el centro, en el meollo, no tienes una visión de conjunto que al estar un tiempo fuera puedes lograr.

Hablemos de tus orígenes ¿Tú desde cuándo estás cantando?

Yo paso mucha vergüenza cuando me preguntan eso porque soy como las folclóricas de antes, que iban a la radio de pequeña y todo eso, pues a mí me pasó…

¿A qué radio?

A Radio Las Palmas. Me llevaba a mi hermana hasta que se me sublevó y me dijo: “mira, si la artista eres tú a mí no me lleves más a pasar estas vergüenzas”. En aquella época había programas donde la gente iba y cantaba en directo. Entonces yo me iba con mi guitarra y con mi cara dura a cantar. Ha sido desde siempre, algo vocacional.

El otro día leía una entrevista on-line que te hacían y mucha gente escribía porque tenía el recuerdo tuyo, de niña, cantando en la escuela “Árbol bonito”, que mira que hay que ser canarión para ponerle a una escuela ese nombre…

(Risas) Ese colegio todavía existe. Se llama San Juan Bosco, lo que pasa es que tenía y tiene una peculiaridad maravillosa y es que en la puerta del colegio hay un laurel de Indias gigantesco. Y ahí me crié, ahí aprendí música, ahí conocí a gente maravillosa para las que solo tengo palabras de agradecimiento porque me dieron una infancia preciosa. Pero sobretodo porque me alimentaron el sueño. Las dos o tres monjas que llevaban más directamente el centro me ayudaron a creer que realmente lo de cantar era posible. Para una niña de barrio como yo eso fue importante; te das cuenta luego, cuando pasa el tiempo y valoras lo importante que fueron esas cosas.

Tú te reconoces como una mujer de barrio, perteneces a una de las muchas familias canarias que en esos años fueron del campo a la capital. [quote ]

Sí, mi familia procede de Moya y se fue a Las Palmas en los años 60 como muchísimas familias que poblaron todos los barrios de las afueras de la ciudad. Y allí nací, en el barrio de San Juan, allí me  crié y allí tengo mi identidad. Además tengo esa identidad muy a orgullo, no lo puedo evitar, me identifico mucho con mi paisaje, con mis raíces, creo que soy el producto de todos esos valores, de todo aquel esfuerzo, de la cultura del esfuerzo que había en ese barrio, con todo el mundo esforzándose por sacar a su familia a delante. No puedo evitar enorgullecerme de todo eso.

Mestisay ha evolucionado mucho. Nació  a finales de los 70, tú te incorporaste en el año 1988, y ha sufrido una gran evolución en todo este tiempo. Si tuvieras que quedarte con algo de lo hecho, con algún trabajo, algún disco… esto que ahora puedes meter algo en una cápsula y que resiste el paso del tiempo, abriéndose en el futuro. ¿Qué introducirías?

Yo metería un disco, “Rosa de los Vientos”, donde está Sulema y tantas otras canciones. Yo creo que ese disco marcó un punto de inflexión entre lo que Mestisay había sido y lo que siguió siendo. También es que a ese disco lo quiero mucho, le tengo mucho cariño… pero sí, claro que hemos cambiado, miras para atrás y ves que has cambiado mucho. Pero si no fuera así, cuando tú oyes a un artista 30 años después y dices “pero si esto yo ya se lo escuché”… eso es terrible. Es un aburrimiento. Dicen los entendidos en márqueting que eso es muy bueno porque eso fija un producto, fija una imagen, una marca, pero a mí eso me parece lo peor.

Claro, pero es que estamos hablando de música, algo vivo, no de una marca tipo Coca-Cola…

Efectivamente. Además yo sé que a veces nos salimos del tiesto, que a veces hacemos cosas completamente distintas… pero eso es creativo, lo otro es repetirte y aburrirte, que es lo peor que te puede pasar.

En ese trayecto recorrido por Mestisay hubo una importante colaboración con Pedro Lezcano, versionaron algunos de sus textos: Romance del Corredera, La Maleta…. Lezcano murió hace ya 8 ó 9 años. ¿Quedan personas como él, que era poeta pero también alguien muy implicado, que militó en el Partido Comunista, en Canarias Libre, en Unión del Pueblo Canario…? ¿No se ha hecho el mundo del arte, comparado con esos tiempos, demasiado frívolo?

El mundo del arte no deja de ser más que un reflejo de la sociedad en que vivimos. Pero a la primera pregunta: no hay mucha gente como Pedro. Él aunaba su talento natural para la poesía, yo creo que fue un gran poeta, la poesía popular la manejaba como nadie. Pero también es verdad que le tocó vivir una época en que el compromiso político, el compromiso público, tenía un valor que ahora no tiene. [quote2]

Hoy a mí me enerva cuando escucho la frase del “servicio público”, creo que es la mayor hipocresía que se puede decir. Pienso que salvo raras excepciones la gente se mete actualmente en política por razones de interés partidista, personal, etc. Pero en aquel entonces sí había gente, de la ideología de Pedro pero también de otras, que estaba convencida de que había que hacer algo por una sociedad que cambiaba de régimen y que había que empujar. Además Pedro era una persona buena, íntegra, difícilmente repetible. Él optó incluso por ser presidente del cabildo de una isla. Ahora las cosas están más compartimentadas, más divididas: el político es político, el intelectual es intelectual,  parece que si se mezclan resulta raro, también porque hay una perversión de todo eso.

A partir de los años 90 tú vas tomando más protagonismo vocal, porque Mestisay había nacido como un grupo de muchas voces, y al mismo tiempo tu compañero de andanzas, Manuel González, va a ser cada vez más determinante en cuanto a la composición ¿Cómo es Manolo? Porque es tremendo ese hombre, tiene trabajos hasta del uso litofónico por parte de los aborígenes canarios… ¿Este hombre le da a todo?

Este hombre es de esta gente que te digo que ya queda poca. Yo creo que es un gran desconocido para la mayoría de la sociedad canaria, primero porque casi nunca está delante, suele estar dos pasos más atrás, en este caso de mí sobre el escenario. Pero es un tipo que tiene una cabeza muy brillante, muy inquieta. Y es curioso porque mezcla eso con un amor desmedido y doloroso por las Islas, que te reconozco que es mucho más obsesivo que el mío, yo soy más indulgente y quizás inconscientemente positiva. A Manuel no, a Manuel le duele profundamente Canarias, y las siente, y las piensa todos los días. Lo que pasa es que no tiene un trabajo que se traduzca a la hora de estar constantemente cara al público… o a lo mejor es su carácter, que no le ayuda a  “venderse” bien. Así que será su obra, cuando pasen los años, quien lo juzgue.

Y tú has tenido la suerte de encontralo.

Yo he tenido esa enorme suerte, que no es lo habitual. Canarias tiene muy buenos cantantes, muy buenos. Lo que pasa es que solo con un buen cantante no haces una obra. Necesitas detrás básicamente un buen repertorio y eso es muy difícil de encontrar si no eres tú quien haces tus propias canciones. Y yo he tenido la suerte de tener a alguien que hace muy buenas canciones para que yo las cante. Manuel ha sido mi lotería.

Siendo ya casi familia, Manolo y tú, de tanto tiempo compartiendo vida musical. ¿Te duele eso de que no se «sepa vender»? A lo mejor es que no tenemos que andar siempre por ahí vendiéndonos…

No, pero cuidado, a todos nos gusta que nos quieran, eh, no nos engañemos, que a todos nos gusta (risas). Pero te puedo decir que el aplauso más hermoso que he recibido, que fue en el año 96 cuando estrenamos “Querido Néstor”en el Pérez Galdós, el aplauso más grande se lo llevó Manuel cuando acabó la obra. Y eso es impagable porque normalmente no se lleva él el aplauso, aun siendo responsable en un altísimo grado, más del 50%, de lo que Mestisay ha hecho en todos estos últimos años.

Querido Néstor fue un éxito exitazo, fue el primer espectáculo teatral-musical que llevaron a escena y tuvo enorme aceptación.

Sí, fue el primero de esa envergadura y fue un éxito que nos superó. Se hizo un poco patrimonio de todos. La gente veía las canciones de Néstor en esa época como algo un poquillo hortera, como las canciones que se cantaban de parrandilla, el “Vamos Pal Pino” y esas cosas. Y aquello fue poner en valor un repertorio que podía tener otra lectura y que se podía hacer. La gente cuando terminaba las funciones nos aplaudía a nosotros, pero a la misma vez  se reivindicaban a sí mismos, como diciendo “esta es mi música, esta es mi tierra, esto tiene dignidad”.

Ahora llevan más de un año con un disco de boleros a ritmo de fado, “Pequeño fado y otras canciones de amor”. ¿Cuánto de cómoda te sientes haciendo ese espectáculo que es al mismo tiempo una encrucijada atlántica, entre el bolero latinoamericano, que también es muy de los canarios, y el fado portugués?

Estoy encantada porque, una vez más Manolo, llevaba años pensando que el fado y le bolero tenían un noviazgo posible. Empezamos a darle vueltas y sí, nos dimos cuenta que son sonidos que casan bien. Eso por una parte. Por otra, que son temazos. Hemos podido escoger entre cientos de boleros, algunos conocido y otros que han sido hallazgos a medida que los he ido conociendo mejor. Además me pilla en la edad propia para cantar boleros. A los 20 años, como no has sufrido… aunque tú te creas que si te dejan a los 20 años te vas a morir; pero sigues vivo… tampoco te mueres después, pero todo eso va dejando un poso y te va dando la oportunidad de interpretar de otra manera, con otra serenidad.

Dice el libro “Bolero para una Mujer”, del canario Emilio González Déniz, de los años 80, que el bolero nunca se ha ido de Canarias. Que no hay fiesta alrededor de una guitarra que no acabe en bolero. Dice textualmente “technos y punkies (años 80) y otros ritmos de vanguardia siguen siendo incapaces de desbancar a los boleros de las mentes isleñas». ¿Eso sigue pasando en pleno siglo XXI?

Estoy absolutamente convencida…

Y termina diciendo la protagonista del libro: “amo y odio al bolero porque son mi propio reflejo”…

Efectivamente. Nosotros somos, de todas maneras, y le he dado muchas vueltas a esto… los canarios tenemos mucho de bolero, nos gusta vivir la vida, los amores, muy bolerísticamente.

Explícame eso…

Sí, digamos que no somos como la ranchera, que es más dramática y más de me di a la bebida, sino que somos como el bolero, sentidos pero contenidos… sí, un poco así. Y yo te puedo decir que cuando paseo por Las Canteras porque mi casa de Las Palmas está por allí, y vemos a los grupos de chiquillos, que normalmente tocan pop, o lo que esté de moda… ¡siempre hay un momento en el que tocan un bolero! Y ves a pibillos de 17 ó 18 años que están cantando lo mismo que cantabas tú cuando tenías 17 ó 18 años. Por algo es. Aparte de que los temas buenos son eternos.

¿Y se nota la diferencia al percibir determinados ritmos por públicos de diferentes lugares, ustedes que han recorrido mundo?

En Canarias  se nota que hay más conocimiento del género, que la gente reconoce antes los temas, porque esa cultura la tenemos. Pero también es verdad que los momentos de máxima sensibilidad, ese silencio precioso entre el público y tú… eso pasa igual en todos lados. Estuvimos este último verano de gira por Italia y era igual, y yo decía “pero si no deben estar entendiendo la mitad de lo que canto”. Pero sí, la música tiene ese poder. O en Estados Unidos, donde hay muchos que entienden porque hay muchos hablantes de español, pero luego hay cosas en las pausas, en las cadencias, en las melodías… que eso, chico, lo llevamos en el ADN.

La gente se queda atrapada con tu voz cuando te escucha, pero también hay una parte de interpretación tremenda. Transmites mucho. ¿No te lo han dicho nunca?

Sï, sí, pero siempre digo lo mismo, y es cierto: yo canto con la verdad que tengo. Cuando estoy alegre soy un manojo de margaritas rebosantes. Y cuando llevo la pena llevo la pena. Con esa verdad canto. Ese es el secreto para que llegues o no a la gente.

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