MIGUEL ÁNGEL DE LEÓN. Concluido agosto de 2009, ya tenemos etiquetadas a todas las chinijas teóricamente más guapas o menos feas de los 7 municipios conejeros, incluida su caos-pital. Ya podemos dormir tranquilos. El arduo trabajo intelectual está hecho. Lo demás son boberías y cáscaras de lapa.
De último se elige también, aparte de las misses (con perdón por el innecesario anglicismo), a los missos. La cosa de la igualdad en la estulticia, que es muy propia de estos tiempos bobos que nos toca vivir. Así que ya han sido oficialmente designadas y designados unas y unos, aunque todas y todos parecen la misma persona, gracias a las cirugías de ellas o los peinados encrestados de ellos, pero es sólo una engañosa sensación óptica.
La broma de estas competiciones culturales (sí, culturales, en tanto que educativas porque las chinijas enseñan cada vez más) les sale a los endeudados ayuntamientos (o sea, a nuestros bolsillos) por un buen puñado de euros, duro arriba o abajo, para pagar presentadores impresentables incapaces de decir dos palabras sin patear tres veces el diccionario, diseñadores con el gusto en el traste, cantantes afónicos y por ahí seguidito. Todo para el pueblo (pan y circo, fíjate qué moderno), pero sin el pueblo. Todo sin distinción de ideologías, pues el concejal de Festejos del PP suele ser tan populista y ágrafo como el del PSOE o el de Coalición Canaria, como es triste fama.
Como ya lo he escrito muchas veces y en muchos sitios, no voy a repetir aquí y ahora mi personal convicción de que no hay nada más triste que un concurso de belleza. Ni más patético, ni más cutre ni más hortera. Ni más cruel, si encima hablamos de casi crías que pueden estar muy formadas por fuera pero algo menos por dentro, a la altura de la azotea. De ahí salen después traumas psicológicos para el resto de la vida. No digo nada nuevo ni nada que no sepa casi todo hijo de vecina. Llueve sobre mojado. Pero mientras tengamos los políticos que tenemos, que pierden el culo por colocar una banda y agenciarse la foto de turno, tendremos concursitos de belleza hasta en la sopa. Es más, lo que antes era un mercado de carne al que sólo se prestaban y presentaban las mujeres, ahora (gracias al feminismo igualitario y retrógrado que padecemos, aunque se tenga por muy progre) es un mercado de carne en el que también participan ellos. Está por saberse en qué hemos salido ganando en esta presunta evolución que huele que apesta a involución.
Los ayuntamientos no tienen un duro. Mucho menos un euro. Pero sobra siempre dinero para pagar estas gansadas de la elección de la cresta de gallo más engominada o la teta de plástico más turgente. El concejal de Festejos está en todas las fotos. El de Cultura, si lo hubiera o hubiese, no aparece en ninguna y no lo conocen ni en su casa a la bendita hora de comer. Fiel retrato de estos tiempos de perdición y bobería institucionalizada. (de-leon@ya.com).
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