Supongamos, por ponerlo fácil, una pequeña comunidad llamada Pequeñilandia, formada por apenas un puñado de individuos. Uno sabe construir casas, otro sabe construir coches, otro sabe cultivar alimentos, otro sabe fabricar productos industriales y así sucesivamente… cada cual especializado en lo suyo, la población de Pequeñilandia tiene las habilidades y recursos necesarios para sacar adelante su pequeña sociedad, a poco que sepa organizarse.
¿Y cómo se organiza Pequeñilandia? Bien, emplean una cosa que ellos llaman dinero. El dinero en sí no es nada, no se come ni sirve para nada útil. Es un invento suyo que usan para poder intercambiar sus productos y servicios de tal forma que cada cual reciba lo justo en función de su trabajo. El dinero por un lado motiva a los pequeñilandeses a ser mejores y trabajar más, y también les permite acceder a los productos y servicios ofrecidos por los demás de una forma equitativa y justa para todos. El dinero así visto parece un gran invento.
Pero los años pasan en Pequeñilandia y un buen día, sin saber como ha sido, el dinero desaparece. Sin más. Todo el dinero que la gente tenía guardado en sus casas o en sus bancos deja de existir, sin explicación aparente. ¿Qué creen ustedes que ocurre entonces?
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Si los habitantes de Pequeñilandia fueran capaces de ver las cosas con perspectiva se darían cuenta de que el hecho de que haya desaparecido el dinero no tiene por qué ser ningún problema. Siguen siendo los mismos, siguen teniendo las mismas habilidades que tenían antes y siguen contando con los mismos recursos con los que contaban antes. Pero llevan tantos años funcionando con dinero que no son capaces de distinguir entre el dinero y las cosas que se compran con él. Es decir, el ciudadano que sabía hacer casas sigue sabiendo hacer casas, pero ya nadie puede comprárselas, porque nadie tiene dinero para comprarlas. El que sabe cultivar alimentos sigue sabiendo cultivar, sigue teniendo las semillas y sigue teniendo la misma tierra fértil que antes, pero nadie le compra lo que cultiva porque el dinero ha desaparecido. Son los mismos, tienen los mismos recursos, la misma maquinaria, las mismas materias primas y los mismos conocimientos técnicos… pero la escasez de dinero les ha dejado, al menos momentáneamente, paralizados y hundidos.
¿Y entonces, qué pasa? ¿Está Pequeñilandia condenada a desaparecer? ¿Serán tan bobos los habitantes de Pequeñilandia como para no saber reorganizarse otra vez, creando una nueva forma de intercambio? Pueden hacer más dinero si se lo proponen, o aprovechar para crear un formato nuevo y más justo, que tenga en cuenta las desigualdades inherentes a un sistema monetario cualquiera.
Ahora compliquemos un poco las cosas. Imaginemos que el dinero no ha desaparecido simplemente. Imaginemos que una serie de habitantes de Pequeñilandia vieron en el dinero una posibilidad real de controlar o dominar al resto… una fuente de poder. Así que se las ingenian para desvincular el dinero de los productos y servicios reales intercambiables, primer paso necesario para tener la potestad de crear dinero cuando te apetece y como te apetece. A partir de aquí utilizan una serie de argucias complejas, relacionadas con los créditos y las diferentes formas de deuda, con el único objeto de disfrazar con complicados tecnicimos algo muy simple. Algo tan simple como «nosotros tenemos la máquina de hacer dinero» y «a nosotros acaba llegando todo el dinero que creamos», o «cuando queramos cerrar el grifo lo cerramos». Cosa que efectivamente acaban haciendo.
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¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué les beneficiaría a ellos el hecho de que la gente deje de tener dinero para intercambiar los bienes y servicios que producen? Como hemos dicho, es una cuestión de poder. Si tú posees el control sobre el dinero, puedes crear situaciones de escasez artificialmente allí donde te interesa. Y lo puedes hacer por diversos motivos. ¿Por qué personajes como César, Alejandro Magno o Napoleón quisieron conquistar el mundo? Simplemente les «ponía» tal circunstancia. Hoy día los conquistadores actuales no lideran ejércitos, sino multinacionales y poderosas entidades financieras, pero el objetivo último es el mismo: dominar, controlar, poseer.
Extrapolando a nuestra propia situación
Esta es exactamente la situación en la que se encuentra el mundo en estos momentos. Tenemos la capacidad tecnológica, los conocimiento y las materias primas necesarias para satisfacer la demanda alimentaria de dos veces la totalidad de población humana. Lo mismo puede decirse respecto a cualquier otra cosa que se nos ocurra. Cada familia humana podría habitar una vivienda digna con acceso a electricidad, agua, etc…todo ello sin necesidad de que esa cosa que llamamos dinero tuviera que intervenir en ningún momento. Repitámoslo las veces que haga falta, el dinero no es nada en sí mismo, solo una herrramienta de intercambio.
Sin necesidad de irnos tan lejos, el mundo no es en nada diferente al que habitábamos hace apenas cuatro o cinco años, cuando la crisis ni siquiera se sospechaba. ¿Qué ocurrió de entonces a ahora? ¿Es que acaso antes teníamos más cosas de las que tenemos ahora? ¿Había más agua en el mundo, había más recursos de cualquier tipo? ¿Ocurrió alguna catástrofe planetaria que nos dejó sin cosechas o algo parecido? No. Simplemente hay menos dinero. Cerraron el grifo. Lo único que escasea es el dinero, y el dinero se crea artificialmente.
El dinero podría ser un gran invento. Pero desde luego no tal y como es entendido hoy día. Vivimos en un mundo de mentiras y de equívocos. Por ejemplo, nos han hecho creer que vivimos en democracia, dejándonos votar entre dos partidos políticos cada cuatro años. Eso no es en absoluto demoracia, pero ellos lo han llamado así, vinculando la palabra a la mentira para que la traguemos. Lo mismo ocurre con el dinero. El dinero, como digo, podría ser un gran invento, a poco que estuviera estrechamente relacionado con los bienes y servicios reales existentes en el mundo. Pero no fue diseñado de ese modo. La disyuntiva no es «dinero o trueque», sino «dinero-deuda o dinero-real».
Actualmente la deuda planetaria supera en decenas de veces el producto interior bruto de todas las naciones juntas. Todo el mundo debe dinero a todo el mundo… no es que el dinero haya desaparecido, ¡estamos en números rojos! Globalmente hablando, tenemos mucho menos que cero euros. Y esto se mantiene así intencionadamente y con un objeto claro: control, poder y dominio de unos pocos sobre el resto.
Hemos de ser capaces de organizarnos por nuestra cuenta. Si fuéramos capaces de crear un sistema monetario paralelo al oficial, que nos permitiera intercambiar nuestros bienes y servicios de forma justa y proporcionada, ya no habría más crisis y ya no habría más control. Ese es el reto en estos momentos, crear una moneda que no pueda desvincularse de los productos por nosotros fabricados, que no pueda multiplicarse mediante estratagemas crediticias y que nos permita, en definitiva, reorganizarnos óptimamente sin sometimientos por parte de las élites de siempre. Ya veremos de qué les servirá su dinero-deuda cuando no haya nadie que lo utilice.