Dos cocineros, participantes de un concurso gastronómico, tienen que ponerse de acuerdo en cocinar un pastel, porque los ingredientes necesarios han sido repartidos entre los dos. Tras un tiempo para sopesar sus opciones hacen intercambio de recetas y muestran orgullosos sus múltiples trucos culinarios. Pero tras horas de discusión no se ponen de acuerdo ni en el tiempo de cocción, ni el orden de los ingredientes. Uno de ellos, que es un cocinero poco experimentado, pero con exceso de confianza en su talento, insiste en que se improvise sobre la marcha, mientras que el otro prefiere tener atado el proceso desde un principio, porque es de los que opinan que en la cocina hay que tener una disciplina.
El tiempo corre en contra de ambos cocineros que tienen que tener listo el pastel a una hora determinada, así que uno de ellos ante la falta de consenso se aventura a realizar un pastel con los ingredientes que le han tocado. No tiene aceite, ni azúcar, pero acaba haciendo un bizcocho. Eso sí, sin buena imagen, insípido y sin posibilidades de llevarse el reconocimiento del jurado. El otro queda eliminado por no hacer nada, aunque no siente ninguna pena, porque se cree reconfortado al ver que el otro cocinero tampoco ha ganado nada.
PD: La receta ganadora fue “Sopa con Hondas para los políticos”, elaborada por los ciudadanos y con un único ingrediente: la indignación.