Poco espero del próximo 22 de Mayo. Iré a votar, y seguramente mi papeleta sea la que les muestro un poco más abajo, pero no puedo evitar la sensación de que, gane quien gane, todos perderemos.
Sólo un detalle me motiva de cara a las próximas elecciones. Sólo una incertidumbre me mantiene expectante. La posibilidad de que el PIL desaparezca definitivamente de las instituciones de la isla. Lo demás verdaderamente me la refanfifla. Me da igual pp que psoe, cc que ac, acn que pnc… con tal que no sea el pil el partido que acabe gobernando, siquiera un ayuntamiento. Fíjense lo que les digo, hasta el pnl de Becerra y el Cangrejo me resulta preferible a que Dimas siga mangoneando presupuestos y administraciones. No estaremos mal ni nada para que nos conformemos con tan poquito. Pero es lo que hay.
Salgo a la calle y les veo por todas partes. Fabián y Conchi; Fabián y Manolo; Fabián y Docal… las caras más grandes; los paneles más altos. Insultantemente omnipresentes, como inquietantes grandes hermanos. Recordándonos que lo controlan todo, que lo manejan todo. ¿Y el globo rosa que les acompaña? ¿Es Dimas? Dimas-globo-rosa, inflado con los pulmones de cada uno de nosotros.
¿No debería el partido del 10 por ciento cortarse un poco a la hora de mostrar su poderío? ¿Cuánto puede costar cada una de esas enormes plataformas? ¿Cuánto valen las impresiones en tela de 5 metros, cuatro en cada plataforma? No lo sé, pero mucho, seguramente. ¿De dónde han sacado las perras? Ustedes y yo lo sabemos, pero no quiero darles la excusa perfecta para que me metan un paquete, así que me lo callo.
Les da igual quedar en evidencia. Van de sobrados. Que la gente piense lo que quiera, queremos que nuestras caras sean las más grandes, las que más se vean. No importa el precio… si será por dinero.
Desde luego, esas plataformas les retratan. No pueden evitarlo, su subconsciente colectivo les acaba mostrando tal cual son. Arrogantes, impermeables a la humildad; pero al mismo tiempo acomplejados. Necesitan enseñarse grandes porque se sienten pequeños. Sin necesidad de sumarios ni operaciones, se les adivina ajenos a cualquier tipo de sabiduría, siquiera la que no se aprende en escuelas o universidades. Porque podrían ser pueblerinos, analfabetos, podrían no saber hacer la o con un canuto… pero compensar tales carencias con humildad, honradez, sencillez. Nada de eso va con ellos. Lo suyo es la berlusconada.
Y a lo mejor les funciona. Ahí está la cosa. Con unos o con otros, llevan tocando poltrona desde ni se sabe, sin salir ni un ratito, siquiera para dejar enfriar el asiento. El PIL nunca ha sido oposición, probablemente no sabría serlo. Probablemente no podría serlo. Probablemente su militancia, a parte de la estrictamente familiar, se diluiría cual azucarillo a poco que el pegamento que les mantiene unidos desapareciera. Por eso uno alberga esa pequeña esperanza, la única que puede permitirse en unos comicios desilusionantes como pocos. Si echamos a Dimas, habrá fiesta. ¿La habrá?