A estas alturas, pocas personas deben dudar que la denominada crisis económica no es en realidad una crisis financiera, sino una de las mayores estafas de la historia contemporánea. Su origen y sus efectos son un calco de la catarsis monetaria que, durante la Gran Depresión de 1929, arruinó a millones de personas en Estados Unidos primero y en Europa después. Han pasado casi 100 años y denotamos una extraordinaria incapacidad de memoria histórica como colectivo, porque la experiencia ganada por las sociedades democráticas no ha impedido que un siglo después vuelvan a saquearnos con el mismo sistema de inflar el globo hasta reventar. Las reglas del timo, también llamadas mercados financieros, están configuradas para que los fuertes se hagan más fuertes y los más débiles se hundan en la pobreza. Mientras millones de personas se quedan sin trabajo y la sombra del hambre nubla su futuro, las poderosas multinacionales se enriquecen nutriéndose de un poder a su vez retroalimentado; las palabras ética y dignidad no figuran ni en su diccionario ni en su código de conducta, y cuentan, además y con excesiva frecuencia, con el amparo, blindaje y favores del poder político.
Repsol, entre otras máquinas de su género, es una de esas multinacionales que crecen devorando sueños mientras maquillan sus impactos humanos y medioambientales para que las visualicemos como operaciones bursátiles de éxito. Pero a veces es no sólo bueno sino imprescindible, como ahora, hacer un ejercicio de memoria y radiografiar la máquina y sus efectos sin colores ni pinturas. Además de reconocer 6.985 vertidos de petróleo al mar desde 2006 al 2010, la petrolera española ganó más de 2.000 millones de euros el pasado año 2011 mientras los parados en nuestro país superaban los 5 millones. Unos ganan y otros pierden, lo de siempre. Por otro lado, nadie puede dudar ya que son los monopolios del trío de las Azores energético, es decir, el petróleo, el gas y la electricidad, los responsables directos de que las energías alternativas no molesten ni sean competitivas. Si una empresa solar o eólica despunta en su capacidad tecnológica hasta competir con alguno de la Santísima Trinidad, fijan la diana, la compran, la someten a letargo y todo arreglado, y si no, imparten instrucciones al ministro de turno para que suprima las subvenciones oficiales o para que la administración adquiera unos pocos kilovatios de su producción. Si generas más, te los comes, así son las reglas. Quien afirme que dependemos forzosamente del petróleo para vivir, o está a sueldo del trío, o no se ha preocupado de levantar la alfombra para verlo desde otra perspectiva menos pragmática y mucho más real.
Ahora, Repsol quiere plantar sus torres petrolíferas frente a nuestras costas con el apoyo de un incondicional ministro canario de dos carteras, la de industria y la de turismo, y ya vemos hacia dónde inclina este señor la balanza. Qué poca dignidad, qué poca ética, qué ejemplo más oportuno de mezquindad política la de un ministro que, conociendo sobradamente las enormes posibilidades de autosuficiencia energética que tiene Canarias con su viento y con el Sol, claudica sin rubor ante una industria que no sólo hipoteca el turismo de Lanzarote y Fuerteventura, sino que además de imponerla por la fuerza, es la más sucia del planeta. Los puestos de trabajo que pueda generar la petrolífera no pueden poner en peligro cientos de miles de empleos ya consolidados y sobre los que se asienta nuestra economía. No se engañen, tenemos mucho que perder y poco que ganar, el gobierno español no puede donar a Canarias el capital de los impuestos que cobre a Repsol por los beneficios que obtenga de su explotación, y Repsol no regalará sus dividendos a Canarias porque no puede aumentar el precio del barril en el mercado. Como siempre, las economías locales no se benefician de la actividad petrolera ubicada en su entorno, ni en Tarragona, ni en las selvas de la amazonia, ni aquí tampoco. Repsol lleva 30 años en Tarragona con la plataforma Casablanca, y sólo hay que preguntar allí si la gasolina es más barata, si su población se ha beneficiado en algo, o si la sucesiva contaminación de sus playas les ha permitido mejorar su oferta turística.
El fenómeno es ciertamente inédito, y el espectáculo acaba de empezar. Medios de comunicación históricamente afines a partidos nacionalistas de Canarias se desmarcan ahora de éstos para silenciar o distorsionar el alcance de los riesgos de la actividad minera, desinformando a la sociedad que les escucha. ¿Qué han recibido por vender su alma, si es que la tenían? Los promotores de las plataformas desearían que el pueblo canario asumiera como normal e incluso idílica la compatibilidad de la extracción petrolífera con la turística, una al lado de la otra, hermanadas, qué bonito, pero se van a llevar una sorpresa que no diagnosticaron con todo su dinero, ni con sus influencias, ni con sus marionetas políticas, ni con sus ingenieros y alta tecnología. Es lógico, la predicción era difícil de calibrar porque ni siquiera aquí podíamos imaginar lo que hoy es una realidad, y es que Repsol ha perdido la batalla ya.
La gravísima e inevitable amenaza que se cierne sobre el medio ambiente y el turismo de las Islas con el proyecto de Repsol y la arrogancia de su paladín político, ha producido una sinergia inédita entre partidos políticos y fuerzas sociales acostumbradas por naturaleza a pleitear entre ellas. Repsol y Soria los han unido, han logrado la conformación de una alianza entre una muy variada ciudadanía y las institucionales oficiales que la representan, con un sólido espíritu de lucha focalizado a defender su territorio, su dignidad, y su derecho a decidir sobre un modelo de vida consolidado tras muchas penurias. No quieren que nadie les imponga la mierda en sus playas, en sus negocios, en el pescado que comen sus hijos, en la extraordinaria fauna que puebla el océano que les rodea. No hay marcha atrás, la dictadura del dinero sucio y negro no es bienvenida a canarias; por ello, el grito popular del sábado 24 en Lanzarote y en Fuerteventura resonará fuerte y nítido también en el resto de las islas, en Madrid, en toda España, en toda Europa, y en el resto del mundo si es necesario. Lleve el tiempo que lleve, la razón está con nosotros, y la pasión también. La pasión es inequívocamente nuestra.
Ezequiel Navío Vasseur, exdirector de WWF/Adena Canarias y experto en contaminación por hidrocarburos.