Estoy leyendo la trilogía «Divergentes» y en ella aparece un concepto que me ha resultado lo bastante interesante como para escribir este artículo. En un mundo postapocalíptico la humanidad superviviente decide organizarse a partir de 5 facciones, cada una en contraposición a las debilidades que, según ellos, resultaron fatales en su día: Osadía, Cordialidad, Erudición, Verdad y Abnegación. El punto interesante al que me refería es el siguiente: Y es que, de entre las cinco facciones, deciden entregar el poder político, de forma permanente, a los abnegados.
No a los más eruditos, no a los más cordiales, no a los más valientes, no a los más sinceros… a los abnegados.
Es solo una novela, lo sé, pero creo que no está mal pensado en absoluto.
Los abnegados anteponen siempre el bienestar ajeno al propio. Incluso si tienen que elegir entre la familia y la generalidad, eligen lo que beneficia al colectivo. Libres de ambición personal, son gestores de lo público ideales en muchos sentidos. Porque resultan incorrompibles, porque asumen la responsabilidad de su tarea con sagrada convicción, porque se ven a sí mismos como parte de un todo más que como individuos.
Probablemente el ejemplo vivo más claro lo tengamos en José Mújica. Pocos líderes como él aglutinan tanto apoyo y admiración. ¿Por qué? Porque transmite esa misma abnegación que algunos desprecian por ser «cosa de curas«. Admiran a Mújica, pero desprecian su significado.
Muchas veces he pensado que lo que hace falta para acabar con la corrupción en Lanzarote es una especie de Eliot Ness. Un tipo o tipa incorrompible al que no le importe jugarse su vida con tal de destruir a la mafia, capo por capo. Ness no era un hombre especialmente religioso, pero tenía una visión sagrada de su misión. Nada le apartaba de lo que tenía que hacer, aun cuando su familia recibiera llamadas de teléfono con amenazas de muerte a diario. Eso es abnegación en su sentido más profundo y puro. Abnegación que raya en la locura incluso, nadie en su sano juicio haría algo así, pero una locura de la que, no obstante, se beneficiaron generaciones y generaciones posteriores.
Aquí en Lanzarote no hace falta ir tan lejos. La mafia local es un poco más civilizada y no amenaza con metralletas. Son más de machacarte a querellas y hablar con cualquiera a quien se le ocurra ofrecerte trabajo. Pero también para eso hace falta cierto sentido de la abnegación. Me pregunto qué pasaría si pusiera un anuncio así en el Estohay: Se buscan abnegados para gobernar Lanzarote. ¿Cuántos aparecerían? Y de esos… ¿cuántos realmente lo serían?