El caso de León Fajardo es sin duda extraordinario. Cuando podría estar tan ricamente en su casa cobrando un buen sueldo por no hacer nada, ha decidido en cambio arriesgarse incluso a morir de hambre para que le reintegren a su puesto de trabajo. ¿Por qué lo hace?
Los problemas de León empezaron cuando decidió convertirse en cabeza visible de la lucha sindical en su empresa. A partir de ese momento, sus superiores hicieron lo imposible por quitarse de en medio a un empleado que tenía la fea costumbre de reivindicar y protestar cuando estimaba que sus derechos y los de sus compañeros estaban siendo atropellados.
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Cuando nos acercamos al aeropuerto e interrogamos a León, él mismo nos lo dijo clarito: Lo que quieren al no devolverme mi puesto de trabajo es cargarse la lucha sindical.
La estrategia por parte de la empresa es evidente: Pagamos a este señor un sueldo para que se quede calladito en su casa, y sus propios compañeros acabarán apartándose de él. Lo que seguramente no esperaban es que León, lejos de tragar, acabara por revolverse en su jaula y fuera un paso más allá en su lucha, recurriendo a una huelga de hambre que, después del caso Aminatou, mina todavía más la imagen de AENA.
Todavía tenemos fresco en la memoria el trato humillante que dispensaron los responsables del aeropuerto a la activista saharaui. Sólo cuando el revuelo internacional atrajo la mirada de personalidades importantes, se dignaron ofrecerle apoyo mínimamente humanitario.
Tal vez sea hora de indagar sobre las personas que están al frente de unas instalaciones tan importantes para la isla como son las aeroportuarias. La puerta de entrada a Lanzarote merece ser dirigida no sólo por buenos gestores, sino también por individuos que demuestren algo de sensibilidad respecto al género humano, al que supuestamente ellos pertenecen. Al fin y al cabo, no es ganado lo que transcurre a diario bajo su supervisión.
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