Seguramente recordarán a Roberto Saviano, el escritor italiano amenazado por la mafia Napolitana a raíz de la publicación de un libro en el que denunciaba sus tejemanejes y corruptelas. El eje principal del libro de Saviano es la basura. No en un sentido metafórico por aquello de la calidad moral de los personajes retratados, que también, sino en otro muy literal. El principal negocio de la mafia napolitana, su más importante fuente de ingresos, procede de la gestión de los residuos italianos. La basura.
En España tal vez suceda otro tanto, aunque todavía no haya aparecido ningún Saviano con los arrestos para investigar y denunciar el presunto entramado. Y es que hablamos de un negocio que mueve muchísimo dinero cada año. Un servicio vital que los Ayuntamientos no pueden pasar por alto o recortar. La basura, como el agua o la electricidad, es una necesidad básica que hay que cubrir. Una necesidad cuya privatización dejó abierta la senda de la corrupción y el chanchulleo entre políticos (adjudicatarios) y empresarios (solicitantes).
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La libreta de Jacinto Álvarez, número uno de Urbaser en Lanzarote, pone de manifiesto que, al menos en Lanzarote, era práctica habitual de esta empresa pagar a distintos políticos para garantizarse la adjudicación de los servicios y contratos ventajosos. Todo parece indicar que Urbaser contaba con una especie de Caja B, un fondo específicamente reservado para sobornos puntuales, regalos o peticiones expresas de la alcaldesa de turno y sus concejales.
Si Jacinto anotaba todo en su libretita no era por pura bobería. Él sabía que algún día tendría que justificar todos y cada uno de los dispendios que hizo. No sólo ante la justicia, que también, sino sobretodo ante sus jefes. De ahí la profusión de detalles. En su libreta no se limitó a apuntar los sobornos, los contextualizó transcribiendo conversaciones enteras.
Es decir, que aunque al final Jacinto Álvarez probablemente sea la cabeza de turco que pague los platos rotos — ni sus desvelos y precauciones le servirán frente a la poderosa maquinaria jurídica que sus jefes son capaces de desplegar y sin duda desplegarán para que sea a él a quien le caiga todo el muerto —, muy ciegos tendríamos que ser para ignorar la evidencia de los hechos. Urbaser, no Jacinto Álvarez, era quien pagaba.
No obstante, hay aquí algo que sería conveniente recalcar. Cuando decimos que Urbaser (o FCC, da igual) era quien pagaba, no somos del todo exactos. Los viajes a Marrakech, los bolsos, los relojes, los apartamentos, los yates, los sobres… todo eso salía de las cuentas de Urbaser, sí, pero porque todo ese dinero Urbaser lo amortizaba sobradamente con lo que todos y cada uno de los ciudadanos pagamos a través de nuestros impuestos. Queda bien claro en este corto extracto de la libreta de Jacinto, publicado en La Provincia:
Fui a ver al marido de Isabel al hospital, que lo habían operado. Ella me dijo que quería contentar a tres concejales con 6.000 euros cada uno. Siempre pidiendo. Le recordé que debía hacer la revisión de precios.
«Le recordé que debía hacer la revisión de precios». Así es como Urbaser amortizaba los regalos que Isabel pedía, «revisando los precios». O sea, cobrando más por lo mismo. Cobrándonos más a todos nosotros.
Cada vez que Isabel Déniz, alcaldesa de todos los arrecifeños, pedía un regalo o se dejaba sobornar, era a todos nosotros a quienes vendía. Era a nosotros a quienes dejaba con el culo al aire. A todos nosotros, que somos quienes pagamos y recibimos en última instancia los servicios de Urbaser.
¿Cuánto más caro nos costó a los arrecifeños la limpieza de nuestras calles? ¿Cuánto más tuvimos que pagar? ¿Cuánto menos recibimos? ¿Con qué cara podía Isabel Déniz exigir un servicio eficaz cuando estaba permanentemente poniendo la mano en plan pedigüeña?
Creo que aquí hay una lección importante. Especialmente para aquellos que ven en la privatización la solución a todos los problemas. Sí, existen leyes y normas que supuestamente garantizan la limpieza de los procesos concursales. Pero a la vista está que no funcionan. No sirven. Si no hubiera sido por las escuchas que se llevaron a cabo a partir de una denuncia por otro asunto, ni nos habríamos enterado. Isabelita podría seguir luciendo toda orgullosa los bolsos que compró a nuestra costa.
Privatizar no es garantía de nada. Ni de mejor servicio, ni de eficacia, ni de menor coste para los contribuyentes. Como lo público tampoco lo es. Porque en el fondo, da igual si un servicio lo ofrece una empresa o la misma administración… si no hay transparencia, da exactamente igual. Lanzarote es el mejor ejemplo. En Lanzarote ha habido corrupción e ineficacia tanto en lo público como en lo privado. Ni un sistema ni el otro funcionaron… ¿por qué? pues porque en ninguno de los dos hubo jamás la menor transparencia. Ya sea para financiar partidos o para llenar los bolsillos de políticos indecentes, la opacidad en los procesos ha sido la tónica. Mientras siga siendo así, nada cambiará… y tengan algo claro, a muy pocos, por no decir ninguno, de los políticos que dirigen los partidos de Lanzarote, les interesa que exista esa transparencia.