Utilidad o inutilismo

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Debatía hace unos días sobre una cuestión: ¿Las universidades son útiles para los economistas? Y avanzando un poco más: ¿Las universidades son útiles para solucionar la crisis económica? Diré que estas dos cuestiones se plantearon ante una queja de un ex estudiante universitario, actualmente cargo directivo de una empresa y que decía que su paso por la universidad no le sirvió más que para conocer teorías económicas de manual, pero no aplicaciones prácticas. Es más, en la actualidad tiene dificultades para trabajar con proyectos  que emanan de las universidades, porque no resuelven problemas empresariales urgentes. Resumía su argumentación diciendo que las universidades estaban alejadas de los mercados.  Esta observación me hizo recapacitar sobre si la erudición de muchos docentes se ha mantenido en una burbuja marginal y entré a valorar la  utilidad de que en la universidad se cultiven ideas e inquietudes que realmente vayan por delante de las tendencias y corrientes de pensamiento actuales. Por ejemplo, en mi caso estudié periodismo utilizando máquinas de escribir antiguas, sin asignaturas de idiomas y sin prestar atención a la revolución tecnológica que apuntaba hacia un cambio de tratamiento y elaboración de la información. Tengo que añadir que terminé la carrera en el 2000, según como se mire, hace poco tiempo. Con respecto a la observación de mi amigo me pregunto: ¿Es la universidad un mercado? ¿Merece la pena que la influencia económica también esté actuando sobre el saber? Si bien la utilidad práctica de la universidad ante el mercado laboral en algunas carreras ha sido insuficiente, también considero que, al menos en mi caso,  en la universidad se plantearon debates y pensamiento crítico  que me ayudaron a cuestionar la realidad. Precisamente, ese es el gran valor de las universidades: enseñar a pensar a partir de una fuente de conocimiento y una cultura general. Actualmente, y con el plan Bolonia recién aplicado, las universidades en su mudanza hacia otros contenidos y métodos de enseñanza, comienzan a entender que su gran valor es generar hombres críticos capaces de valerse por sí mismos, pero sin que la mentalidad pragmático-utilitaria haga desaparecer la intelectualidad y la investigación, al menos necesaria en los catedráticos, para mostrarnos todo lo que saben y ayudarnos a ver el árbol en el bosque, porque estoy segura de que hay más cera de la que arde. Me resisto a pensar que estamos  abocados a estudiar únicamente lo que sea práctico para el mercado, porque entonces habrá muchas materias como la filosofía, la ética o la poesía que al no ser productivas serán desatendidas.

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